viernes, 24 de diciembre de 2010
Haiku navideño
Tu ausencia hiela
y diciembre te nombra:
flor de mi estío.
Felices fiestas
miércoles, 22 de diciembre de 2010
Fin de año
y veo tus pisadas alejándose en la nieve.
Es invierno cuando todo te nombra
y un eclipse de luna bebe mis silencios
mientras te busco en la noche interminable.
Termina el año y no hay serpentinas
que crucen el cielo de mi casa
como el relámpago de tu risa.
En el vacío que dejas caben todos los abrazos
que los hombres una vez se dieron,
caben todas las flores de todos los jazmines
que han de resistir las heladas,
todos los llantos de los niños abandonados,
todas las casa deshabitadas,
toda mi pena.
Único y azul, como la estrella helada
que baila bajo esta nube gris,
tu recuerdo me acompaña
mientras el televisor rumia su hastío,
mientras cruzo la ciudad bajo las luces de colores
y escribo nuestros nombres
en las cortezas de todos los árboles.
Echo de menos
todo lo que llenas.
El año que viene
será primavera.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
Aún no has despertado
No has despertado aún,
el invierno sabe a naranja
y el futuro se desliza
entre los árboles desnudos.
Buscándote.
Habrá quien mire pasar la mañana
como quien lee un telegrama
lleno de pésames y flores.
Nosotros cuidaremos el ala rota
de este día que comienza,
de este pájaro que anida
en el alféizar de las ventanas blancas.
No has despertado aún
y el café burbujea como mi ánimo,
sorprendido por la hazaña
de madrugar en un invierno
que sabe a naranja y a futuro.
Y tú, que todo lo llenas,
que no has despertado,
recorres la playa de mis mañanas
dejando tus pisadas en la arena
a Robinsones huérfanos de veranos.
Abres los ojos, como quien abre las nubes,
y el mundo que aún tiene el color
de la corteza de los plátanos,
también sin vestir
-es muy temprano-
celebra tu llegada
alumbrando las calles con luces naranjas,
con serpientes de colores,
y abre sus ventanas y sus alas,
como tú tus párpados,
llenos de besos y silencios.
Despiertas.
Y todo se vuelve verdad.
miércoles, 8 de diciembre de 2010
La calma que vendrá
No para de llover. Oigo el crepitar de la lluvia sobre los cristales, el llanto que derrama este invierno gris. Salto los charcos, tarareo una nueva melodía, preparo un viaje, sigo vivo.
Luces errantes siguen cruzando estas noches frías. Seguimos necesitando vuestra ayuda: www.luceserrantes.com. La causa lo merece.
Preparo los últimos conciertos del año: San Cugat, Barberá, Viladecans. Luego vendrán unos días de descanso, para retomar después la gira, primero por España y luego por Latinoamérica.
Llegan las navidades. Acaba el año y, como siempre, hacemos propósito de mejorar en el que viene. Vendrán tiempos mejores, decimos con un suspiro que atraviesa el horizonte de Madrid hasta quedar suspendido entre las bombillas luminosas que cruzan la Gran Vía. Todo se llena de colores, de familias abrigadas que buscan en los escaparates el espejismo caleidoscópico que las envuelva en una nube adormecedora, para que se aplaquen el ruido de fondo y el estrépito de andamios.
La gente empeñada en parecer feliz se pone pelucas y sale a la calle. En la Plaza Mayor los belenes tiemblan de frío en los mostradores. La Noche Buena se viene, la Noche Buena se va, y nosotros nos iremos y no volveremos más, dice la canción. Porque el que vuelva será otro. Nosotros vistiendo otros cuerpos. Mejores. Más fuertes.
El jazmín de momento aguanta las heladas y yo me escondo en un abrazo mientras la noche se llena de tormentas. A pesar de que las cosas parecen llenarse de cenizas, aunque este aguacero implacable se empeñe en tenernos encerrados en casa, sé que vendrán tiempos mejores.
Me lo dicen las gotas de lluvia que tiemblan en tus pestañas infinitas, unas manos pequeñas que agarran un paraguas y me invitan a resguardarme, el olor de la tierra mojada en la lejana aldea, mientras el arroyo regresa cargado de agua entre los encinares en los que a veces me escondo, la risa de un niño mientras canto una canción, la vida misma sentada en el sofá de mi casa mientras la televisión me mece con su murmullo y afuera nos esperan los charcos, para ser saltados, para devolvernos en su reflejo nuestro rostro florecido, lleno de besos y sonrisas. Tras esta tempestad vendrá la calma. Y en ella nos encontraremos.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Decisiones difíciles
Nieva en Madrid y el frío se cuela por el cuello de nuestras camisas, el tigre celta maúlla como un gato abandonado y hambriento y luces errantes cruzan el cielo.
Escuchamos a los políticos de turno y a sesudos periodistas frases como “España tiene que hacer los deberes”, “hay que mandar mensajes claros a los mercados”. Es lo que tiene la economía: resulta tan esotérica y tan impenetrable que sólo queda decir frases hechas para expresar la incertidumbre, mezcla de resignación e ignorancia, que produce ver como la crisis nos desnuda en este invierno frío.
Algunos pensamos que los deberes de nuestros países debieran ser otros, no precisamente desmantelar el estado del bienestar ni retroceder en derechos conseguidos tras tantos años de lucha, que el mensaje a mandar a los mercados debiera ser distinto, que no podemos ceder ante su chantaje.
Ahora nos toca ver cómo los que gobiernan proclaman con una pose de dolor y con aires de orgullosos hombres de Estado que “hay que tomar decisiones difíciles”. ¿Difíciles para quién? Como bien dice Tony Judt en su libro “Algo va mal”: “Actualmente nos orgullecemos de ser lo suficientemente duros como para infligir dolor a otros. Si aún estuviera vigente un uso más antiguo, en virtud del cual ser duro consistía en soportar el dolor, no en imponérselo a los demás, quizá lo pensaríamos dos veces antes de valorar tan insensiblemente la eficacia por encima de la compasión”.
Ante estos reproches el político en cuestión dirá, con aire paternalista, que exigir que se defienda el estado del bienestar, la dignidad de lo público, tributaciones progresivas en función de la renta, que paguen la factura quienes originaron el fiasco tal y como están las cosas es ingenuo y fútil.
El consenso, al parecer, es otro. El Estado sólo deber intervenir para rescatar al sistema financiero del desastre, pero por lo demás su existencia ha de ser mínima, lo mismo que la tributación y la regularización de los mercados. Que lo bueno y lo inevitable es confiar en la mano invisible y que Adam Smith mola todo.
Pero es que no siempre fue ese el consenso existente. Hubo un tiempo en el que se adoptaron políticas muy diferentes y aquellas medidas fueron las que originaron el progreso que permitieron una mejor distribución de la riqueza y del bienestar. Los tiempos de New Deal tras la Segunda Guerra Mundial y de la “Great society” en los 60 convirtieron a EEUU en un país en el que la posibilidad de ascender socialmente era un sueño cercano. Las políticas adoptadas por los gobiernos de la vieja Europa tras la Segunda Guerra hasta los 80 crearon la Europa del bienestar, con su sanidad y su educación pública y universal, su seguridad social, sus negociaciones colectivas. La idea de que el bienestar colectivo sólo podría sostenerse con la regularización de los mercados y con un Estado solvente, activo y presente en la economía era un hecho incuestionable.
Los ochenta y el consenso de Washington supusieron el final de todo aquello. Hasta hoy, día en el que se cuestiona la sostenibilidad de todo lo logrado.
Y la perdida de protagonismo por parte de la sociedad civil y el deterioro moral de la intelectualidad política (no hagan chistes porque la expresión no siempre es oxímoron) nos llevaron a este lugar.
Cita también Judt a Tolstoi: “No hay condiciones de vida a las que un hombre no pueda acostumbrarse, especialmente si ve que a su alrededor todos las aceptan”.
Y luego Judt añade: “Décadas de creciente desigualdad parecen habernos convencido de que esta es una condición natural de la vida sobre la que cabe hacer poco.”
Quizá se trate de eso, de romper con esa aceptación y reclamar lo que, por ser nuestro patrimonio natural como seres humanos, nos deben: la dirección de nuestros destinos, los derechos que supeditan las libertades del mercado a la de los hombres y las mujeres. No somos meramente criaturas económicas que sirven para alimentar estadísticas, somos hombres y mujeres y, lejos de la ingenuidad, exigimos el protagonismo que nos corresponde y que se resuelva el déficit democrático que les lleva a algunos a tomar “decisiones difíciles”, contrarias al interés general.
Una de las consecuencias de esta crisis es el peligro de desaparición de las políticas de cooperación y desarrollo de los Estados, de la solidaridad internacional. Por eso apelamos al activismo ciudadano para cambiar las cosas. Porque en estos tiempos difíciles sólo nosotros podemos suplir esas ausencias.
Por eso, mientras nieva en Madrid y el jazmín trata de resistir los embates de las heladas, mientras agradezco la lluvia que me mantiene cerca de ti bajo el paraguas, te pido que te sumes a nosotros. Que colabores en la campaña de la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los refugiados de Palestina), que escuches Luces errantes y que sueñes con un mundo mejor.
Puedes ayudarnos en: www.luceserrantes.com
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Luces Errantes. 29 de noviembre de 2010
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Un hombre espera en la intemperie
Habla Luis Eduardo Aute en su nuevo disco de la perdición que supone vivir a albur de la intemperie. Estuve escuchando sus nuevas canciones en el Teatro Nuevo Alcalá y disfruté reencontrándome con un autor que es referencia ineludible. En cierto modo siempre me acompañó, incluso antes de que nos conociéramos personalmente.
Recuerdo los viajes que hice siendo un niño escuchando el viejo casette en el que mi hermano Daniel había grabado de la radio el concierto “Entre amigos”, emitido íntegramente en directo en un tiempo en el que en las radios musicales aún había espacios para la calma y la reflexión. Recuerdo aquel primer mano a mano con Silvio, al que acudí con amigos, una noche mágica en Las Ventas que no olvidaré. En uno de mis conciertos en el café libertad estuvo Aute, y después escribió unas líneas para el cuaderno promocional de mi primer disco, me acompañó en mi primer gran concierto en un teatro de Madrid, y cantó conmigo una canción en aquel Principio de Incertidumbre. La última vez que compartimos escenario fue en Costa Rica. Y aún hoy no puedo creer que, después de tanto tiempo. pueda recibir el afecto y la atención de quien es uno de los autores de algunas de las canciones más hermosas escritas en castellano en los últimos tiempos. No tengo suficientes palabras de agradecimiento para él.
Pero hablaba antes de lo que es vivir en la intemperie. Hizo Aute referencia al presentar una de sus canciones a la ocupación marroquí del Sahara, al sufrimiento del pueblo saharaui y a la ineptitud de los sucesivos gobiernos españoles que, eludiendo su responsabilidad y desoyendo las legítimas aspiraciones del pueblo saharaui en lo que respecta a su soberanía, jamás hicieron nada por buscar soluciones sostenibles al conflicto. A los 35 años que en definitiva lleva viviendo en la intemperie el pueblo del Sahara.
Y todos aplaudimos. Porque la mayor parte de la sociedad civil comparte la indignación ante lo que ha ocurrido en El Aaiún, porque sabemos de nuestra responsabilidad como españoles en el conflicto, porque la dejadez por parte de los gobernantes es vergonzosa.
Y a la intemperie viven ante nuestra mirada impasible miles de refugiados, desplazados por guerras, por las ocupaciones o por el hambre; hombres y mujeres, luces errantes, que buscan manos que le salven del silencio. Y así la vida sigue dándonos dentelladas, mostrándonos el abismo peligroso entre nosotros y el futuro.
Aún quedan por suerte destellos de luz que iluminan la calle oscura, figuras recortándose contra el cielo naranja, señales inequívocas de que seguimos caminando, pues las siluetas se agrandan según avanzamos hasta convertirse en un abrazo.
Y llueve, y la lluvia nos moja por las calles de Pontevedra. Y una hermosa muchacha, sin paraguas, corre bajo la lluvia, y el pelo húmedo se le pega a la cara llena de pecas y sonríe cuando por fin resguardada bajo un techo se sacude las gotas y se despide de la ciudad de piedra. Pontevedra y Vigo también fueron generosas con nosotros. Mil gracias.
Y recuerdo los versos de un amigo, porque es mi amigo y porque celebro que le hayan dado el premio Loewe de poesía, porque se lo merece y porque sus versos son hermosos. Se llama Joaquín Pérez Azaustre y su poema Dice así:
“La lluvia sólo quiere que la escuches:
salir a acariciarla,
dejar que te moje el perfil rubio,
los tacones que ensalzan tu esbeltez;
dejarla sobre el peso de unas hojas,
del aire desenvuelto en su latencia
o en un acecho de agua.
Acepta un nuevo estado, sal afuera
por mucho que prefieras un paraguas.
Antes o después la lluvia nueva
hará que sí la escuches, que prefieras
salir de donde estás para mojarte.”
Y mientras llueve en Madrid, un hombre espera en el desierto.
martes, 9 de noviembre de 2010
Sentimiento religioso
Me conmovió la solemnidad de los rituales hindúes a orillas del Ganges, las cremaciones al atardecer, las abluciones al despertar, la espiritualidad que lo impregna todo en Vanarasi. Obnubilado y sobrecogido me hizo temblar el murmullo frente al Muro de las Lamentaciones de Jerusalem, voces que rezan oscilantes meciendo el sueño de un dios iracundo y sordo. En el Cairo, sobre la ciudadela antigua, escuché estremecido la voz vibrante que llamaba a la oración desde todos los alminares y me sentí pequeño. Cada Semana Santa me maravilla el cortejo fúnebre de encapuchados que le canta al hijo del carpintero crucificado. Pero más allá del desconcierto estético, unas cuantas preguntas éticas y la estupefacción ante el hecho antropológico que generan en mi cada una de aquellas vivencias, nunca tuve un gran sentimiento religioso.
Envidio a aquellos que creen en una realidad trascendente, que creen en otra vida más allá de esta, si bien siempre pensé que más vale vivir esta con intensidad por si acaso.
No creo en Dios. Pero respeto profundamente a quien sí lo hace y admiro a aquellos que, movidos por su fe, sacrifican su tiempo y sus vidas en aras de paliar el sufrimiento de los demás.
Cuentan que cuando al Dalai Lama le preguntaron cuál era la religión verdadera dijo: Aquella que nos hace mejores. No dudo que a algunos su religión los hace mejores. Es más, me consta porque a unos cuantos conozco. Pero también ocurre lo contrario. Que a algunos su religión los hace peores.
Estuvimos de conciertos cerca de Barcelona, en Vic y en L’Hospitalet. Fueron recitales muy emocionantes. Echaba de menos tocar a este lado del océano.
Y el caso es que el Papa estaba por ahí. Denunciando el laicismo beligerante del Gobierno, el relativismo moral y esas cosas que al Papa le preocupan. También habló de la mujer y de lo que él piensa que deben ser las labores propias de la misma (como siempre subyugada al hombre, cabeza de familia), de comparar esta España con la del 36 y otras cosas ya sabidas por repetidas.
La Real Academia define el laicismo como “Doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa”. Lejos de parecerme reprobable me parece el ideal al que ha de tender toda sociedad. Y lo de laicismo beligerante del Gobierno no parece muy cierto a tenor del presupuesto que el Estado dedica para asuntos de la Iglesia Católica, visita del Papa incluida que tuvo gastos pagados por todos.
Pero bueno, que muchas afirmaciones y posturas como las que la jerarquía católica defiende no hacen mejores a los seres humanos.
Hacía Erasmo de Rotterdam, humanista cristiano, referencia a como los atenienses aconsejaban a Diógenes que tomase orden de sacerdote, diciéndole que así tendría garantizado después señorío en el cielo. Respondía Diógenes que la buenaventuranza sólo estaba garantizada para aquellos que con buenas obras la merecieran. Y hay mucho funcionario espiritual que no merece buenaventurazas, que se aleja de la verdadera iglesia (del griego ekklesía, “asamblea”), de los cristianos de base que tienen una mirada más honesta, más liberadora y mejor espíritu.
Así que me temo que estoy condenado al infierno, puesto que, laicista y agnóstico, me duele ver como la Iglesia en España sólo ha sido capaz de convocar manifestaciones cuando el Gobierno reconoció garantías jurídicas a la unión de homosexuales legalizando su matrimonio. Creo que hubo mejores y más justas ocasiones en las que salir a la calle y no vi cardenales convocando a las marchas cuando el sufrimiento, la guerra o el hambre demandaban la movilización urgente de todos los ciudadanos.
Así que condenado como estoy reconozco que no tengo un gran sentimiento religioso. Quizá se acerque a ello las emociones que producen en mi ver a mi sobrino riendo mientras me persigue, ver dormir a la mujer que uno ama o planear un viaje con ella, saber de la historia de hombres y mujeres que mueren sin renunciar a su lucha por la emancipación de los seres humanos, algunos atardeceres, el brindis con amigos mientras la tarde cae, cantar contigo mientras soñamos mundos mejores, alguna tarde de cine, la sobremesa tras el cocido de mi madre, los abrazos que me salvan del miedo, saber que no te rindes aunque el mundo se derrumbe.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Para Pablo
A ti que recién llegas y abres por primera vez los ojos iluminando el mundo con tu mirada. Pequeño y frágil, único como la estrella helada que mece este viento de otoño. A ti que eres recibido con celebración y maravilla, congelando el suspiro mientras tu breve cuerpo apenas llena nuestro abrazo.
Ya lo dije antes pero te lo repito, eres un recién llegado y yo ya soy tu aprendiz. No te recibe el mundo en su mejor momento, aunque tampoco sabría decirte cual fue el mejor. Pero tú, como la llama de un candil temblando entre la niebla, alumbrarás estos días inciertos y harás que el futuro florezca como lo hace el jazmín de mi patio, renovado y fuerte, empeñado en trepar por la vida como la sonrisa ante tu recuerdo.
Somos otros porque has llegado. Y el día que naciste, el otoño nos regaló un sol de primavera. Luego, mientras dormías y soñabas, llovió. Y en aquella lluvia se vertían las lágrimas de todos los que como tú nacieron para dar sentido a estos días borrosos de crisis y lucha.
La edad nos revela los fracasos y los achaques. Pero también verás, pequeño Pablo, que el amor es capaz de rescatarnos del naufragio para enseñarnos que lo mejor está por venir. Robinson, tarde o temprano, descubre unas huellas en la playa y la mirada se vuelve más luminosa.
Bueno, simplemente quería darte la bienvenida y decirte que, al llegar tú, llegaron los refuerzos y sé que las cosas van a ir mejor, que los días y las sonrisas han de ser más radiantes porque tú habitas este planeta, disparatado y maravilloso.
miércoles, 27 de octubre de 2010
Otoño
Me recupero de las fiebres, del invierno más largo que viví y el otoño desviste los plátanos de mi calle. Así que el suelo se vuelve una alfombra amarilla por la que paseo mis pies cansados. Vuelvo a Madrid y la mañana de octubre me quema y me miente. No es primavera, aunque los días prometan sol y las aves jueguen a perseguirse sobre los tejados.
No es primavera y los periódicos delatan las atrocidades que originó la guerra que nosotros maldecimos. Wikileaks revela el contenido de archivos clasificados y corrobora lo que Casandra vaticinó: decenas de miles de muertos, torturas, abusos, violencia. Ella, la adivina a la que nadie escuchó, aquella que se puse de pie entre el delirio y la mentira, mi dulce Casandra, la opinión pública lo supo antes que nadie y denunció el horror que hubo de cubrir los cielos de aquellos días terribles.
No es primavera en Madrid, aunque la tos y tu ausencia me queme el pecho. Tengo que dejar de fumar, me digo mientras suenan las voces del coro de niños que grabamos en Palestina. Fredi Marugán graba las guitarras del tema, desinteresadamente, con la generosidad de siempre. La canción va creciendo y todos los niños del mundo cantan en las voces del coro de la Escuela de música Edward Said de Ramallah.
No es primavera y el jazmín, que el año pasado resistió al invierno, se aferra a la reja con fuerza, trepa como un dulce recuerdo por la memoria. Y así, con la terquedad de la planta trepadora, salgo a la calle con la intención de seguir cantando, pues vivimos.
Aunque no sea primavera. El otoño, amarillo, como algún amanecer, tiene sabor a prólogo, a maleta a medio hacer, a estación de tren, a desayuno recién servido. La fiebre se marcha, apago el último cigarro y salgo a la calle, esperando encontrarte.
miércoles, 20 de octubre de 2010
Febril
martes, 12 de octubre de 2010
Dulce y feroz
Cali, caribeña, negra y bulliciosa nos recibió con amabilidad y calor. Carteles anunciando los conciertos de los Van Van, de la Orquesta Aragón empapelaban las paredes. Y el concierto, íntimo y vibrante, nos dejó la sonrisa prendida en las caras.
Partimos a Medellín. Sabía de la efervescencia cultural de la ciudad antioqueña, cuna de cineastas, artistas plásticos, poetas y cantantes, sede de un renombrado Festival de Poesía, urbe en constante cambio. Bajamos ya de noche la carretera que nos lleva desde el aeropuerto y en una curva se revelan los cerros de la ciudad, pintados por una miríada de luciérnagas palpitantes.
Tuve la oportunidad de charlar con algunos amigos de la cultura de la ciudad. Con Víctor Gaviria, director de cine, autor de la tremenda y hermosa “La vendedora de rosas”, hablamos de la realidad feroz de su país, que contrasta de forma terrible con la amabilidad natural y dulce de los colombianos. También estaba Alejo García, cantautor, uno de los fundadores del Festival Internacional de Canciones Itinerantes que se celebra en el país. Y, junto con otros amigos, hablamos de un país herido, de una ciudadanía rehén de la violencia, de una sociedad civil desmovilizada a fuerza de golpe y sangre, de la guerrilla, de los falsos positivos, de la cultura como espacio de encuentro entre aquellos que sueñan en un mundo mejor, de poetas colombianos, de cine, de epitafios y alumbramientos. Amantes de su tierra mestiza y maltratada, me ayudan a entender a su país, algo hermético, en ebullición constante, apasionado. Me hablan de la distancia entre lo rural y lo urbano, del folklore plural y vivo, de mujeres colombianas que recitan décimas a la manera de Violeta Parra haciendo la crónica sentimental del tiempo convulso que les toca vivir, de la dificultad con la que se encuentran los jóvenes cantautores en el país y me recomiendan los versos de Fernando Vallejo, de León de Greiff, de Raúl Gómez Jattin.
Y entre entrevista y entrevista observo la ciudad desde el mirador del Pueblito Paisa, réplica de la tradicional aldea antioqueña, atrezzo de una realidad congelada en el tiempo para turistas y curiosos. Observo el trajín desordenado de la ciudad desde lo alto y me siento pequeño y vulnerable.
Quedarán para siempre en mi memoria los primeros conciertos en Colombia, dulce y feroz, y prometo volver con la certeza de que el mundo, algún día, detendrá su giro implacable para reparar en la tragedia de aquellos que siempre sufren, para soplar en la herida de los que siempre esperan. Y desde el coche descubro el triste pájaro metálico de Botero, roto por la explosiones. A su lado, otro, incólume, observa la plaza como promesa de los tiempos de paz en los que han de volar mil pájaros como aquel, palomas orondas, pero estas blancas y luminosas.
miércoles, 6 de octubre de 2010
Por fin te encuentro
Llueve ferozmente en Bogotá. Los coches se amontonan sobre el río en que se ha convertido el asfalto mientras preparamos el concierto que celebraremos por primera vez en Colombia. Era una cuenta pendiente y por fin estamos aquí, con los nervios y la ilusión propia de las primeras citas.
Ayer tuvimos un encuentro con amigos y amigas colombianos en un pequeño café de la ciudad y charlamos un rato sobre esta primera visita. Y hablamos de este país malherido por la violencia, de los sueños compartidos, de los desparecidos silenciados por los medios, de la necesidad de comprometerse con la realidad, de una Latinoamérica viva, cargada de incertidumbres y esperanza. Fue emocionante encontrar a tanta gente con la que poder compartir las inquietudes que uno plasma en las canciones. La música incide en los que nos une y no tanto en lo que nos separa.
Había abandonado durante un tiempo el blog. Había decidido tomarme un descanso y romper con la disciplina de los miércoles pero aquí estamos de nuevo.
Volver a Madrid y encontrarse con los familiares y amigos fue saludable. En los conciertos de Rivas y Albacete sentí la paz y la melancolía del viajero que regresa y también la urgencia de contar las experiencias vividas en los maravillosos tres meses que pasamos al otro lado del océano.
Llueve ferozmente en Bogotá. Monotonía de lluvia tras los cristales. Escucho como el cielo se rompe y vierte su llanto sobre la ciudad. Y trato de encontrar la calma.
Hago planes. Nuevos viajes. Terminar la canción que empezamos en Palestina. Escribo algún email pendiente. Llamar a casa. Vivir.
La tormenta amaina. Huele a tierra a mojada. Las cosas van a ir bien.
Como la lluvia derramada sobre Bogotá, así se han de verter las canciones que un día soñe. Ojalá dejen este poso de calma, este olor a tierra mojada, retazos de un Edén soñado. En busca de él camino. Encantado de conocerte, Colombia. Por fin te encuentro.
domingo, 19 de septiembre de 2010
Labordeta, un hombre bueno, sabio, indispensable nos deja huérfanos de canto
Se ha muerto José Antonio Labordeta, uno de los hombres más honestos que jamás he conocido, una referencia en la música y en el compromiso. Más necesario que nunca en estos días terribles. Te echaremos tanto de menos, "abuelo". Que tristeza.
martes, 14 de septiembre de 2010
Sudestada
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Augusto Monterroso
El barco se balancea agitado por el agua metálica, plata vieja arañada por la sudestada. En el barco varias almas. Y entre ellas un mujer que suspira y en su pecho caben todos los suspiros del mundo. A su lado viajo yo. Trato de dormir y, como el dinosaurio de Monterroso, al despertar la melancolía sigue allí. Es como si el río supiera de nuestra pena. Y se mueve como un animal que trata de huir del cepo que lo atrapa.
Digamos que la arcilla de nuestra vida giró con fuerza en estos días y el torno no detiene su ritmo implacable. Y hago un crucigrama, hojeo una revista mientras un niño grita y grita a nuestro lado, su madre hace compras en el dutyfree. Pero nada calma las aguas ni el dolor del pecho. Ni el llanto del niño que busca a su madre. Y en su llanto parecen llorar todos los niños del mundo.
Así como brillan los perfumes en las vitrinas de la tienda contemplo los días que se marcharon, brillando como las luces del puerto que nos recibe al otro lado de la orilla.
Bajamos del barco entre empujones. Todos tienen prisas. Imagino lo que sentirán los que llegan a España con el corazón en un puño, sin saber si se les permitirá la entrada. El ceño fruncido del funcionario, el interrogatorio, la arbitrariedad, el futuro pendiendo de un hilo frágil suspendido sobre la nada. Mi recibimiento es muy diferente así que siento algo de culpa y vergüenza.
Llegamos a Montevideo que nos recibe con viento y lluvia. Fumo un cigarro (sí, ya sé que tengo que dejarlo) y la brasa tiembla con el aire, levanta una pavesa y sonrío. Me reconforta llegar a esta ciudad. Aunque la muchacha sigue suspirando y el niño aún llora y yo sigo malherido.
Pero pronto cantaré. Y la ciudad dormida me regalará el sueño que tuvimos siendo niños, sonarán las canciones que escribí para ti, como la llamada desde el cerro, tranquilizando nuestro pecho agitado por la sudestada, brindaremos con medio y medio prometiendo regar los jardines y los recuerdos.
Fuera llueve. Dentro también. Y un día al despertar el dinosaurio se habrá marchado.
miércoles, 8 de septiembre de 2010
Azucenas
miércoles, 1 de septiembre de 2010
Memoria, justicia e identidad
Antes del concierto en Buenos Aires saludo a las Abuelas de la Plaza de Mayo. En cada encuentro trato de contagiarme de su arrebatadora juventud. Siguen luchando con tenacidad, intentando localizar a sus nietos secuestrados durante la dictadura.
Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas, me habla de la visita del juez Garzón a Argentina. Participó en la presentación oficial de la candidatura de las Abuelas para el Nóbel de la Paz. Somos muchos los que tratamos de impulsar esta iniciativa.
Estela me habla con perplejidad de la situación que vive el juez en España. Y yo comparto el asombro.
Pude ver a Garzón en algunos programas de la TV argentina. Con la discreción habitual se defendía de las acusaciones y elogiaba el papel de las Abuelas y las Madres de la Plaza de Mayo. Su militancia ha logrado situar a Argentina en la vanguardia de la defensa de los Derechos Humanos en todo el mundo.
En Argentina los juicios abiertos por crímenes cometidos durante la dictadura se viven con absoluta normalidad. No faltan nostálgicos indignados que hablan de revanchismo pero son una anécdota.
Y es que la promoción de los principios de justicia universal que llevan a abrir procesos por crímenes de lesa humanidad sólo puede ser vivida con normalidad democrática.
También nos visita Tati Almeida, de las Madres de la Plaza de Mayo. Un día su hijo de 20 años, Alejandro, le dijo: “Mañana no voy a trabajar porque tengo parcial, esperame”. Y no volvió a verlo. Hoy tendría 55 años.
La acompañan hijos de víctimas de la dictadura. Forman parte de una asociación que lucha por la identidad y la justicia contra el olvido y el silencio. Me regalan una camiseta para apoyar los juicios contra los genocidas.
Es inspiradora la historia de estas valientes Madres. Hubieran preferido no asumir el protagonismo que hoy tienen, pero terribles circunstancias las obligaron a tomar la responsabilidad que a día de hoy las ha convertido en indispensables referentes morales en todo el mundo.
Y aún hoy, hombres y mujeres nacidos entre el 75 y el 80, con dudas con respecto a sus identidad biológica, siguen acudiendo a las Abuelas en busca de la verdad. Y tras el análisis de ADN, después de tantos años, vuelven a nacer al reconocerse en las fotos de los padres reencontrados que las abuelas siempre guardan como un tesoro.
* * *
La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca… Conciertos increíbles. A veces nos desbordan las emociones tras los vibrantes recitales que estamos dando en esta gira. ¿He dado ya la gracias? No suficiente.
Seguimos el periplo mientras algunos cumplen años (felicidades Jacob, Belén), dejando retazos de nosotros en cada lugar. Siempre con la sensación de que falta tiempo y palabras. Estos días nos regalan vivencias indelebles y queda algo de culpa, porque, como dijo Silvio, todos las felicidades tienen sus muertos y el mundo a veces es una pesadilla. Y nosotros somos felices en estos días inciertos. Aunque siempre echamos de menos la casa, los afectos de la tierra lejana este oficio impone el viaje, agradecemos el privilegio que supone hacer esta travesía, guitarra al hombro. Y este homo viator, con la certeza de que aún queda toda por hacer, sigue cantando, porque siempre nos queda la palabra, más aún cuando es cantada.
miércoles, 25 de agosto de 2010
Santo Pugliese
“Protégenos de todo aquel que no escucha. […]Ayúdanos a entrar en armonía e ilumínanos para que no sea la desgracia la única acción cooperativa. Llévanos con tu misterio hacia una pasión que nos parta los huesos y no nos dejes en silencio mirando un bandoneón sobre una silla”.
Así reza la estampita de Pugliese que siempre llevo en la cartera. Osvaldo Pugliese es el patrón pagano de todos los músicos en Argentina. Es nuestro protector: su figura y su nombre acompañan la buena suerte. Fue pianista, director de orquesta y compositor de tango. Murió en el 95, a los 90 años. Músico comprometido sufrió la persecución y la cárcel durante el gobierno de Perón. Cuentan que los músicos que trabajaban con él lo adoraban. Era un hombre bueno. Sus restos fueron llevados en procesión por la calle Corrientes a contramano. Así hasta en su último día. Caminando a contracorriente.
Argentina ha dado a luz grandes músicos que navegaron a contracorriente y forjaron la vanguardia musical de toda Latinoamérica. Referencias ineludibles en la música en castellano han escrito la banda sonora de un país apasionado y apasionante.
En cierto modo estos días marcan el final de una etapa histórica en la música contemporánea.
Gustavo Cerati, líder de Soda Stereo, banda emblemática de rock de los 80 y los 90, yace postrado en coma tras una isquemia cerebral. Todos esperamos el milagro mientras Cerati duerme y sus canciones retumban en un Buenos Aires expectante y huérfano. “No tenemos donde ir./ Somos como un área desvastada./Carreteras sin sentido./Religiones sin motivo./ Cómo podremos sobrevivir…” canta Cerati. Y efectivamente, se siente uno área devastada, prófugo en un tiempo en el que sólo ciertas canciones nos ayudan a anclarnos en la cordura. Sin juglares como él el mundo será zona cero, área devastada, territorio desquiciado y peligroso.
Argentina parió las canciones de Charlie García, Mozart entre “Salieris”, ahora en rehabilitación, y vivo, joder, que no es poco; nos regaló el compromiso de León Gieco, que retrata la vida con sus aristas, hermosas aunque peligrosamente cortantes. Y aunque la negra Sosa se marchó aún quedan voces, quizá no tan luminosas como aquella, pero aún auténticas.
Y Pugliese, hombre bueno, a lo lejos sonríe. Ampáranos de la noche, protégenos del silencio. Larga vida al rock and roll.
* * *
Seguimos de viaje por Argentina después de los emocionantes conciertos en Buenos Aires ( La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca, Rosario, Córdoba, Trelew) para volver luego a la capital el día 10 de setiembre.
Amo viajar. Más aún cuando supone reencontrarse con viejos amigos con los que hacer balance. Para caer en la cuenta de que aún queda todo por hacer.
No me canso de agradecer el cariño y el calor que recibimos. Los llevamos siempre en nuestro corazón. De verdad.
Nos vemos en la próxima huida.
miércoles, 18 de agosto de 2010
La vuelta del perro
Al caer la tarde la gente del pueblo calienta la pava, y, antes de que el agua hierva, la retira, llena sus termos, prepara la yerba, el mate, se sube al coche y se dirige a la plaza.
Es domingo y el invierno dio una tregua para regalar un cielo azul, ancho como una sonrisa y un sol radiante como aquel de la infancia.
“Llamó la pequeña”. “¿Y?”. “Que viene para el cumple de Delfina. Que todo bien por Buenos Aires”. Y al pasar por la Iglesia ella se persigna. Después sigue cebando el mate.
El pueblo es otra cosa. Lejos queda el eco estridente de la ciudad, las noticias alarmistas que iluminan la placa roja de Crónica TV. Allí en el pueblo uno puede dejar el auto abierto en cualquier sitio y lo encontrará tal y como lo dejó. Nunca pasa nada. Aunque ya se sabe, pueblo pequeño, infierno grande.
Y el campo está más vivo que nunca. La soja se encarga de ello. Aunque algunos critiquen que el monocultivo de soja (gran parte de ella transgénica) en tan grandes extensiones puede llegar a acarrear consecuencias devastadoras para el equilibrio ecológico del país. Pero mientras tanto, la agricultura florece en Argentina como el motor económico que introduce divisas en el país.
Ya casi han llegado a la plaza.
“Che, ¿viste lo de la vieja que mandaron de vuelta de España? Nosotros que fuimos granero de Europa …” “Habría que hacerle lo mismo a los gallegos…”
Al llegar a la plaza se suman a la fila de coches que caminan lentos como animales heridos dando la vuelta del perro. Así se llama este ritual que convoca a gran parte de los habitantes del municipio para dar vueltas circulares a la plaza principal.
Y mientras, todos se miran, comentan el panorama y ceban el mate. “¿Viste que la hija de los Giordano se puso de novia con el hijo del Bocha, el de la ferretería?” “Mirá vos…”
El pueblo se saluda mientras se observa, se murmura entre dientes, se despelleja al vecino, se mandan saludos a la familia, se chismorrea sobre las alegrías y los desastres ajenos y los coches caminan cansados, a cámara lenta, sin pasar de segunda.
El tiempo es otro, y su ritmo mece los cuerpos haciendo que se muevan con una perezosa dulzura. El tiempo pasa tranquilo y sin ruido, como una flor que se abre a la noche que ya comienza, fría e incierta. O eso le parece a uno que observa desde lejos como la procesión se disuelve. La vuelta del perro termina y todos regresan a casa.
“Así que la nena no viene el fin de semana”. “No, para lo de Delfina dijo” Y se hace un silencio. “Che, cómo pasa el tiempo, parece que fue ayer cuando se fue”.
* * *
Fui feliz. Fueron noches maravillosas las pasadas en la calle Corrientes. Reencontrarse con viejos amigos para hacer repaso de lo vivido y lo hallado fue hermoso, emocionante. Un sol me quemaba el pecho y la guitarra ardía en mis manos. Gracias, gracias y gracias. Recuerdo la vieja canción de Cat Stevens: "How can I tell you that I love you/ but I can't think of right words to say". Suena cursi (lo es) pero es cierto. Después de los conciertos en Buenos Aires seguimos con nuestro viaje. Primera parada Neuquén. Nos vemos pronto, querid@ compañer@.
miércoles, 11 de agosto de 2010
Yo soy de aquí
Cuando el ejecutivo de una empresa de recursos humanos Ryan Bringhman, interpretado por George Clooney en la película Up in the air, recibe la tarjeta honorífica de la compañía aérea en la que viaja por las 10.000 millas de vuelo acumuladas en sus odiseas, es saludado por el piloto decano de la compañía, con el que comparte charla mientras el avión surca los cielos de vuelta hacia casa. Mientras las nubes algodonadas atraviesan las ventanillas del avión y Chicago, ya a lo lejos, se ve pequeño, el piloto le pregunta: ¿y usted, de dónde es? Yo soy de aquí, responde Clooney. Y el avión surca el azul gaseoso del firmamento estadounidense.
Atravieso el cielo camino del norte chileno. Siempre me parecieron tristes los aeropuertos, aunque a veces la gente también se encuentre en ellos y los abrazos de bienvenidas florezcan luminosos en las salas de llegadas. Siempre recuerdo con más claridad las despedidas. El llanto que acompaña el adiós, llámame cuando llegues, que tengas buen viaje. Y el ritual de después tiene algo de partida definitiva. El casi desnudarse ante los arcos que detectan metales y malas intenciones, el presentar el pasaporte como quien entrega la moneda a Caronte y esas cosas.
Y son las salas de embarque algo así como un purgatorio, en el que todos somos extraños, de paso. Y las esperas, mientras los altavoces nombran el número de vuelos en los que nunca viajaremos, sirven para hacer repaso de lo vivido en este tiempo de ausencias y prisas. Reflexionamos sobre el sentido de nuestro viaje, sobre nuestras faltas y deberes, sobre los planes y los fracasos, y revisamos los mensajes en el móvil para recordar un pasado que se nos antoja lejano y huidizo.
Y el viaje nos convierte en otros habitando nuestro cuerpo. Miramos como la ciudad, cayendo la tarde, se convierte en un enjambre de luciérnagas y junto con ella, todo se empequeñece y soñamos otras biografías. Y como el personaje de George Clooney nos preguntamos qué sería de nosotros si nuestra vida cupiera en la bolsa de mano que nos dejan introducir con nosotros en el avión (sin fluidos ni instrumentos cortantes que puedan ser utilizados como armas por supuesto). Y en ella, en la bolsa, adivinamos los rostros, salvapantallas de la memoria, de aquellos que nos quieren y que abrazamos antes de subirnos al avión -llámame cuando llegues, que tengas buen viaje-, y el mapa del recuerdo, donde enterramos aquello que quisimos ser, la renuncia en que se convirtió la vida, el sueño que nos asalta mientras dormitamos en el asiento antes de que la auxiliar de vuelo nos pida que devolvamos el asiento reclinado a su posición vertical.
Y mientras sobrevuelo el norte desértico de Chile, mientras el mundo se derrumba y algunos se enamoran, mientras abajo, en la mina San José en Atacama, intentan rescatar a los mineros atrapados, mientras Madrid arde y prepara las guirnaldas y la feria, mientras el mundo parece ser una pesadilla y uno, a ratos, es feliz, pienso para mí, mirando el azul del cielo que ilumina la ventanilla del avión: yo soy de aquí.
* * *
Después de días inolvidables en Chile, volvemos a Argentina: gracias Santiago, Concepción y Antofagasta. Reconozco el privilegio que supone este oficio y que me permitió encontraros. Gracias de corazón.
miércoles, 4 de agosto de 2010
Empezamos la gira por Latinoamérica
Si bien la melancolía me arrastró por las aceras después de terminar el rodaje de la película, la música como siempre me rescató. Empezó la gira latinoamericana y el mundo, a pesar de su empeño por ser sombra, se iluminó.
Mendoza fue la primera parada. Brindé con un malbec por los ausentes y canté feliz ante un público generoso. Echaba de menos cantar en Argentina.
Fui lluvia y ahora queda un rastro de aroma a tierra mojada, porque a ratos soy feliz. Es verdad que a menudo no me permito ser feliz (qué empeño), que a veces me siento viejo y cansado pero siempre hay una canción que me llena de luciérnagas la frente. Y en el teatro de Mendoza asomaron unas cuantas. Gracias por tanto.
Ahora escribo desde Concepción, Chile, donde descubrimos la dimensión de la tragedia que supuso el terremoto reciente. Visitamos alguno de los campamentos (llamadas aldeas) en las que ha sido realojadas algunas familias que perdieron la vivienda. Estuvimos en Villa Futuro entre las casetas de madera preguntando a la gente sobre su futuro. Y es incierto. Alguna mujer tuerce el gesto cuando le dicen que probablemente tendrán que esperar a que pase un año, con su invierno, antes de que les den una nueva vivienda.
La tierra enseñó sus fauces y reveló a Chile su lugar en el mundo, puso en evidencia sus faltas e hizo emerger sus carencias: la pobreza y la desigualdad de un sistema injusto se hizo más visible que nunca. El asistencialismo se puso en marcha pero pudimos ver como el paradigma de modelo económico que algunos ven en Chile es incapaz de dar seguridad, soluciones, bienestar a la gente de forma duradera y previsora. La caridad no basta. Su estabilidad económica es ejemplar para algunos, pero olvidamos que el país tiene uno de los índices de desigualdad más grandes de toda Latinoamérica.
Y así seguimos con nuestro viaje. Como siempre agradecidos. Y el invierno, que lo cubre todo, atraviesa las grietas de mi ánimo y los sueños quedan congelados en el aire, como en la instantánea que reviso mientras el viento trata de derribar la casa en que te escondes, esa foto fija en la que aparecemos eternos, como los niños que fuimos arrastrando un barrilete, tú sonriendo con ese gesto en el que te tapas la boca, y yo como silbando, como Bogart al ver salir a Lauren Bacall de la habitación, con el cigarro entre los dedos y la mirada detenida en el que lugar que antes ocupaste y en el que, algo triste, adivino tu sombra.
miércoles, 28 de julio de 2010
Luna en Leo
lunes, 19 de julio de 2010
Lluvia porteña
Hoy me deshago como esta lluvia porteña. Y me adhiero a las cosas con el cariño incómodo de la humedad que viaja contigo sobre la espalda de tu abrigo, caminando por la calle de vuelta de casa. Me sumo a las gotas vaporosas que viajan en la ventanilla del taxi que soporta el atasco de las seis. Y me atraviesa, desde unos ojos limpios, el rayo de tu mirada dibujando un prisma multicolor sobre la calle abarrotada.
Hoy soy lluvia, camino del rodaje y llego tarde. Soy lluvia que queda prendida como escarcha en tu pelo, como estrellas minúsculas y azules alrededor de las cuales orbitan tus sueños, tus fracasos, la duda de emprender un viaje, el impulso arrancado desde la entrañas, todo aquello que no recogen horóscopos ni planes. Soy la lluvia que envuelve tus pasos con prisa -porque es lluvia sin clemencia-, que arropa tu figura soñadora mientras piensas que hacer para la cena, quizá empanadas, cualquier cosa, y el mundo se deshace como yo, en una garúa implacable, agotadora.
Me deshago en el aguacero que empapa los kioscos, las noticias del diario que celebran los nuevos casamientos- ya era hora-, el cartel de mujeres imposibles anunciando mentiras e infinitos, el vaho de un cristal del colectivo donde escriben iniciales los amantes, los árboles del parque somnolientos, tu sonrisa amasada en cada viaje, de tu casa al trabajo y de ahí, hasta unas manos, una boca que te encuentra en las costuras de una vida luminosa y maltratada.
Por más que el paraguas te resguarda, vigilo tus pasos suspendido en el viento polar que besa tu nuca, allí, en las rendijas de tu ropa, donde tu piel, luna creciente, brilla como lengua de glaciares, alumbrando la tarde de borrascas.
Pero el viento es caprichoso y a veces lleva, con la terquedad metereológica del invierno, la lluvia hasta otra parte. Y yo, que me deshago en el chubasco, soy arrancado de tus pasos, y miro como te alejas, mientras buscas en el bolso alguna cosa, un teléfono que suena, un papel, una horquilla, una estrella de mar o un trozo de cielo, ajena a la lluvia que se marcha. Y tú te vas feliz, al fin y al cabo, pues la tormenta, que soy yo deja el asedio. Y así me muero yo, abandonado, perdido en la quietud de cualquier charco.
* * *
Sigue el rodaje de Luna en Leo, emocionado, agradecido por el trabajo de un equipo maravilloso y valiente que me ayuda recordar que aún estoy vivo. Preparo los conciertos y te espero.
miércoles, 14 de julio de 2010
Invierno
El invierno austral tiene aroma a comienzo y abrazo. El sol centellea sobre los adoquines de San Telmo y yo paseo a tu lado recordando el verano que ilumina tu risa. A pesar del frío Buenos Aires es amable y miro las luces que brillan en las ventanas imaginándome las vidas que habitan tras ellas, no muy diferentes a las nuestras. La pava calentándose y el rumor de la televisión como un canto de gaviotas en torno al pesquero. El mate está listo.
Soy parte de esta ciudad, que visito con el entusiasmo de un niño en viaje de fin de curso. Y hoy, Buenos Aires, me regala su invierno celeste, mientras el mundo permanece al pairo, luchando por permanecer ileso, tratando de resguardarse de la tormenta, y el horóscopo me augura buen futuro (salud regular) mientras te echo de menos y tú desde el colectivo dibujas en las nubes mapas del tesoro y las cintas rojas en los altares del Gauchito Gil bailan como tu risa en la brisa de este frente polar.
Un muchacho pasa a mi lado, por la peatonal, por Florida, mientras manda besos por el celular y sus pasos trazan un rastro cansado camino del trabajo. Yo pienso en los besos que debo, y en mis pasos, en mi prisa urgente por llegar a tu lado, y en la vida que sería si al salir de la oficina, de la fábrica, de la escuela, no encontrara tu figura alumbrando el umbral de la casa roja que habitamos. En qué sería de mí sin el desorden de tu ropa, perezosa, estirándose en el sofá, sin las luchas cada mañana y el cerrojo que cierra tu sueño como la joya inalcanzable que ha de ser, como tu rostro dormido en el asiento del copiloto cuando, tarde, llegamos al hogar.
Buenos Aires, zarandea mi memoria, y saltan, gaseosos, los recuerdos de un verano que vivimos, transparente, en el que la vida era un instante, abandonado sobre el ovillo de tu remera a los pies de la cama.
Quedan los conciertos. Demonios, qué ganas tengo de cantar. Y la película. Qué nervios. Dibujar otro rostro sobre el mío, siendo intruso en este laberinto, no es tarea fácil. Trataré de estar a la altura de las circunstancias.
Mientras el invierno trae, como te digo, este olor a principio y abrazo, te echo de menos, y el mundo duele menos si miro tu figura adherida a mi sienes, prendida en el recuerdo.
martes, 6 de julio de 2010
Viajo al sur
Una débil brisa se apiada de mi cuerpo cansado mientras escribo estas líneas y recuerdo el verano que no tendré. No será la canícula, aquella que hace brillar las pieles, la que castigue mi marcha por estos días inciertos, si no quizá, en algún momento, la nostalgia por los compañeros y la familia que quedarán lejos del camino que me lleva hasta el sur.
Pero no he de quejarme. Podré encontrarme con viejos amigos, con los que hacer repaso de lo vivido en la ausencia. Saludaré rostros familiares de sonrisa sincera y habrá largas sobremesas para resolver los acertijos pendientes. Celebraremos que aún recordamos lo que es estar vivos. Y no son pocos los planes que me esperan en este viaje que, en breve, me ha de llevar hasta el cono sur latinoamericano.
Al llegar me embarco en un nuevo proyecto cinematográfico. Sólo puedo decir que el título de esta nueva película será Luna en Leo, y que será de nuevo Juan Pablo Martínez quien la dirija. Será intenso y la aurora nos sorprenderá dándole forma a los personajes que, junto con Jimena Ruiz Echazu, ideamos con Juan Pablo en otro arrebato. Y hablaremos del encuentro fugaz, de la mirada cargada de incertidumbre que alumbran los deseos de una pareja que no puede aplazar más el futuro, porque les tocó el tiempo de empezar a rendir cuentas. Que no decaiga, que es comedia.
Y luego el recorrido por Argentina, Chile, Uruguay… De nuevo reunirse con un continente amado, por mi y los míos, en una cita que pretenderá ser celebración, por más que los tiempos sean difíciles y las crisis trate de corromper nuestro carácter. Porque, como bien sabes, no nos rendimos.
Echo la vista atrás y agradezco infinitamente el privilegio que me regala este oficio. Hace ya más de tres meses que empezamos la gira y hemos vivido momentos inolvidables. Gracias a todos los que lo hicieron posible.
El futuro, geografía oculta de la memoria, es resultado de nuestras renuncias y nuestras victorias. Y encontrarse con él es hacer balance de lo vivido, dar con la salida tras el encuentro con el Minotauro. El hilo de Ariadna quizá sean los afectos que, como señales luminosas en la pista de aterrizaje, parpadean obstinados en el recuerdo recordándote lo urgente, lo pendiente, lo inevitable y lo que nos salva. Y son muchos los amigos que tras tantos años de carrera están cerca para festejar la conjunción de nuestras almas y nuestros ánimos.
En definitiva, que tengo unas ganas de terribles de cruzar el océano porque allí fui feliz. Y porque gran parte de mis referencias aún están allí, esperándome, como el dinosaurio de Monterroso, a que despierte cada mañana.
Dejo pendiente terminar la canción que empezamos a grabar en Palestina. Y las visitas a varias ciudades que haremos al regresar en Septiembre para continuar la gira por España.
Ahora me despido del verano y le pido clemencia para que no maltrate a los míos.
Al igual que la dalia,
en verano florecen algunos hombres y mujeres,
como las verbenas en los pueblos dormidos
dibujando palmeras de colores en la noche.
Acuérdate de nosotros, mientras el sol inmisericorde
y la crisis clavan sus agujas en tu espalda
y el mundo tiembla como el estambre de una flor.
Estaremos persiguiendo la cruz del sur,
rastreando cometas, allá donde la gente
sigue soñando y la vida es algo más que miedo
porque, a veces, todo está perdido
y, otras veces, todo por hacer.
Brindaremos con viejos amigos
en un invierno amable y misterioso,
allá donde la pachamama abrió sus fauces,
los glaciares solemnes abrazan aún la tierra
y el campo canta viejas canciones que aquí olvidaron
los hombres y mujeres que miran cansados
el brillar de los relámpagos.
Viajo al sur,
a dar gracias porque la vida es otra al emprender este viaje,
a aprender como se alimenta el fuego
que tirita en el pecho de los que no se rinden.
Y como una luciérnaga, llega tu recuerdo,
pintando los filamentos incandescentes
que marcan las líneas de mis manos,
esas en las que se lee el futuro que seré gracias a tu aliento.
Viajo al sur,
y, como aquellos que trajeron de América
sus dalias a una Europa marchita,
-esa flor que, te dije,
se abre al verano como una oración al cielo-
intentaré traerte retazos de verdad,
historias que alumbrarán nuestras vidas,
como el vino compartido en la taberna,
como las hogueras que saltan hombres y mujeres
al inicio de este verano,
que recuerdo y no tendré,
porque el invierno austral
generoso y providente
besará mi mejilla,
haciendo florecer en mi cara una sonrisa
como una hermosa dalia invernal
prendida en tu cabello.
martes, 22 de junio de 2010
Palestina (y III)
Escucho las voces del coro que grabamos en Ramallah mientras en Madrid el verano irrumpe de golpe desordenándolo todo. La realidad parece reacomodarse. Después de los primeros días de susceptible irascibilidad puedo disfrutar escuchando la canción y valorar con calma lo vivido. Viajes como este te demuestran que queda todo por hacer. Pero permite que termine mi historia. La última vez que hablamos te contaba que marchábamos para Belén.
Belén, campanas de Belén,
que los ángeles tocan
¿qué nuevas nos traéis?
Belén es uno de los lugares de peregrinación y turismo más importantes de Palestina para el mundo occidental. Multitud de cristianos devotos visitan la Basílica de la Natividad para venerar la cueva en la que, dicen, originariamente estaba el pesebre en el que nació Jesús, el niño Dios. Las campanas de Belén no atraviesan el muro que hay que cruzar desde Jerusalén y las nuevas que traen los ángeles no deben ser muy alentadoras. La construcción del muro, junto con la propaganda israelí, ha hecho que el turista deseche la idea de quedarse en los hoteles de Belén, como se hacía en otros tiempos. Prefieren los hoteles israelíes en Jerusalén Oeste. Los autocares atraviesan el muro, llegan a la Iglesia, adoran el lugar en el que su dios nació y vuelven a Jerusalén llenos de gozo, ajenos a la tragedia que los palestinos viven cotidianamente.
Tras nuestra visita a Hebrón viajamos a Belén y visitamos la Basílica.
A Belén pastores, a Belén chiquillos
Que ha nacido el rey de los angelitos
La Noche Buena se viene,
la Noche Buena se va
y nosotros nos iremos
y no volveremos más.
Quién sabe. Quizá volvamos. De momento regresamos a Jerusalén Este. A descansar después de un largo día.
* * *
Sólo nos queda una mañana antes de regresar a Madrid. Pero antes la UNRWA (Agencia de la ONU para el refugiado palestino) nos invita a visitar uno de los campos de refugiados cercanos a Jerusalén en los que trabaja.
El campamento de Shufat, establecido en 1965, en el que viven cerca de 15.000 refugiados, es el único campamento que se encuentra dentro de los límites municipales de Jerusalén. Cerca del 60% de su población vive bajo el umbral de la pobreza y alrededor del 40% depende de la ayuda humanitaria.
Para acceder a él debemos pasar por un nuevo check point. El muro dibuja un buena curva en el terreno para apartarlo de la ciudad así que tenemos que someternos de nuevo a los controles. Visitamos una escuela y un hospital financiados por Naciones Unidas a través de la UNRWA. Paseando por la calle intuimos el hacinamiento en que se vive en el campo: la población crece y la superficie no. La UNRWA ofrece los servicios de un Estado a un pueblo huérfano de éste: sanidad, educación… Si el control en el paso del muro se endurece, gran parte de la población que trabaja en Jerusalén quedará desempleada y pasará engrosar el porcentaje de gente que vive de la ayuda humanitaria.
Miramos los escombros de una casa derruida. El crecimiento demográfico lleva a las familias a edificar nuevas casas en los alrededores del campo. Pero estas no disponen de los permisos israelíes, así que las autoridades israelíes deciden derribar la casa recién construida. Aunque más bien el gobierno israelí te pide que lo hagas tú mismo. Si no lo haces vendrá la maquinaria de derribo y destruirá tu vivienda. Pero te cobrará por ello.
Tras la visita al campamento hacemos un último recorrido por Jerusalén, recogemos nuestras cosas en el hotel y partimos hacia el aeropuerto.
En el aeropuerto sufrimos un nuevo control con interrogatorio incluido: ¿quiénes sois?, ¿dónde habéis estado?, ¿os conocéis desde hace mucho tiempo? A algunos de nosotros nos hacen preguntas a parte para luego contrastar nuestras declaraciones. Nos preocupa que puedan hacernos perder el avión mientras esperamos a que decidan sobre nuestro destino. Nos preocupa también que confisquen el material que hemos grabado (no sería la primera vez). Nos preocupa que nos hagan perder el tiempo. Finalmente parecemos convencer a la funcionaria de turno y nos dejan marchar.
Te decía al principio, hace unos días, que al llegar a Madrid a uno le embargaba una cierta sensación de irrealidad. Como si lo real fuera aquello y esto un lejano espejismo sostenido por los privilegios en los que algunos vivimos.
Llevaré hasta tu casa ramas de olivo, dice la canción. Y ese es el propósito de este viaje. Quizá de todos los viajes. Portar simplemente una rama de olivo. O los versos de una canción. Aunque quizá nadie canté jamás la melodía que soñaste en el viaje, caminas con esa canción. Y eso te hace sentir vivo.
Por fin, llegamos a Madrid, y, como te decía, ahora escucho el trabajo realizado por los pequeños y reconozco el privilegio de trabajar con la música. El privilegio de tener compañeros como Néstor Lombardi, Roberto Visús y Jacob Sureda que viajaron conmigo y trabajaron desinteresadamente, al igual que yo, en la grabación de las voces del coro. De haber intercambiado líneas con Nabil Almanzor, cantautor palestino, que hizo el trabajo de difícil arquitectura a la hora de traducir los versos al árabe y cuadrarlos con la métrica de la canción. De compartir charlas, debates, viajes y narguile con gente como Raquel Martín y de contar con el apoyo generoso de Cristina, ambas del comité español de la UNRWA.
Y ahora deja que te hable de cómo puedes ayudar a que este viaje llegue a buen puerto.
La UNRWA se financia por contribuciones voluntarias de diversos países y de la Comisión Europea. En tiempos de crisis su financiación se ve severamente castigada.
Por eso, el comité de la UNRWA, ha puesto en marcha una campaña de sensibilización en la que os invito a participar: www.yotambienmesumo.org.
Se trata de hacer una cadena de ayuda humanitaria para captar fondos para los programas de ayudas a los niños y niñas de Gaza. Dentro de ese marco está nuestra colaboración con esta organización. Próximamente pondremos a vuestra disposición la posibilidad de que os hagáis con esta canción a cambio de un donativo. Todos los beneficios que resulten de la comercialización de esta canción, así como los derechos de autor que genere, irán destinados a programas de asistencia sanitaria y educativa, de ayuda alimentaria para los niños y niñas que viven en la franja de Gaza.
Cuando llegue el momento volveré a recordártelo. De momento te dejo este relato, largo, desordenado y lleno de momentos inolvidables, agradeciéndote mil veces tu atención.
Palestina (II)
Hani es ingeniero de sonido, pero atiende pacientemente a una pareja de novios que prepara su boda. Hani enseña con diligencia los accesorios, centros de mesa, decoración para comedores, mantelería, fundas para sillas, cortinaje de todo tipo. Mientras los niños del coro del conservatorio Edward Said de Ramallah ensayan “Luces errantes” en la calle, la pareja de novios se despide de Hani y nosotros tratamos de organizar la grabación.
El estudio Maestro de Ramallah es el centro de varios negocios: se graban canciones y se decoran bodas. Hay que diversificar el negocio. Y Hani nos ayuda con gran profesionalidad a organizar la grabación.
Es sábado es festivo para los judíos, y la llegada a Ramallah ha sido tranquila. Hemos atravesado de nuevo el muro en el vehiculo de la ONU y de nuevo hemos tenido suerte: hemos pasado tranquilamente ante la severa mirada de los militares que custodian el check point. No siempre es así. Ni siquiera Naciones Unidas se salva del control arbitrario en el cruce a Cisjordania.
Y, así, empieza una larga jornada de grabación que mantendrá a los niños y niñas del coro, bajo la atenta batuta de Oynstein, entonando una y otra vez las melodías que escribimos para ellos. Los niños aguantan con calma la jornada. Casi como adultos. Cuando al llegar las cámaras de unos informativos españoles les preguntan por el proyecto en el que están embarcados algunos responden con una madurez impropia. No somos terroristas, dice una niña mirando a la cámara. No será la última vez que escuche esta aclaración en boca de un palestino.
Pero a la hora de la comida vuelven a demostrar lo que son: niños. Y se persiguen unos a otros, bailan, preguntan, gritan. Y todos sonreímos agradecidos por la oportunidad de compartir ese momento con ellos.
Son los niños los que se llevan la peor parte del conflicto. De los 1314 muertos que hubo en Gaza durante la operación Plomo Fundido entre finales de diciembre de 2008 y enero de 2009, 416 eran niños. Más de la mitad de la población de Gaza son niños. Niños con graves lesiones físicas, con severos traumas psicológicos, desamparados sin posibilidad de asistir a las escuelas que quedaron destruidas durante la operación y cuya reconstrucción el bloqueo imposibilita. Según la ONU el 80% de la población no puede subsistir por sí misma y depende de la ayuda humanitaria, el 75% carece de servicio eléctrico, cerca de medio millón de personas tiene dificultades para acceder a agua potable, los hospitales no dan abasto.
Terminamos de comer y la muchachada disgregada vuelve poco a poco a entrar en el estudio. Reanudamos el trabajo. Sólo cuando quedan apenas cinco frases por grabar empezamos a vislumbrar en los niños el cansancio natural tras una jornada larga. Al otro lado del cristal contemplamos el esfuerzo de todos ellos y nos sentimos culpables. Pero ya queda poco. Cuando terminan de cantar la última frase y damos por concluida la sesión, el grito alborotado de todo el coro celebrando el final satura los micrófonos. Por fin hemos terminado y el trabajo valió la pena.
Nos despedimos emocionados de los niños. E infinitamente agradecido prometo enviarles algo de lo que grabamos en cuanto hayamos terminado la mezcla. Vemos marchar a nuestros pequeños héroes mientras uno piensa en aquella patria lejana que fue la infancia. Su sueño custodia nuestro futuro. Y qué futuro construimos, piensa uno, si cercenamos los sueños de los más pequeños.
Antes de volver a Jerusalem decidimos echar un vistazo al muro que construye Israel. Mientras el lado israelí del muro permanece pulcro, inmaculado, la parte palestina es un mural de grafittis y colores. Un muro, que según la Corte Internacional de Justicia es contraria al derecho internacional, que la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró ilegal (con los únicos votos en contra de EEU, Israel, Micronesia e Islas Marshall) según la resolución del 21 de octubre de 2003 en la que instaba a Israel a detener su construcción y al desmantelamiento de los tramos construidos, un muro que restringe de forma dramática la movilidad de los palestinos, que los separa de sus lugares de trabajo, de sus centros educativos y sanitarios. Recorremos estremecidos parte del muro y vemos como su silueta serpentea en el horizonte hasta perderse. Y uno recuerda otros muros y se lamenta de la quebradiza memoria de los seres humanos.
Volvemos al check point y como el día anterior, regresando a Jerusalem, lo atravesamos andando. Metidos en un pasillo enjaulado esperamos pacientemente a que llegue nuestro turno para mostrar nuestro pasaporte y visado. Al otro lado buscamos un autobús que nos lleve de regreso al hotel mientras planeamos la siguiente jornada: mañana marcharemos a Hebrón.
* * *
El taxista que nos lleva camino de Hebrón nos habla de las penurias de sus compatriotas mientras observamos el paisaje y nos señala los asentamientos de colonos judíos en tierra palestina. La matrícula de su coche lo acredita para conducir por las carreteras israelíes, así que es un privilegiado. En general los gobiernos israelíes han promocionado y favorecido los asentamientos a través de incentivos de todo tipo, sobre todo a la hora de conceder créditos para la construcción de sus casas (que según su permanencia están exentos de devolver) y poco han hecho para impedir su proliferación,. El procedimiento de los colonos a la hora de ocupar es sistemático. Son varias las resoluciones de la ONU que han condenado dichos asentamientos (446, 298, 465…) pero siguen produciéndose. Los colonos se asientan con precarias casetas en lo alto de una colina. A pesar de la ilegalidad del asentamiento el gobierno israelí tiene la obligación de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, así que los siguientes en instalarse serán los militares. Con el tiempo el asentamiento dispondrá de un destacamento militar estable que necesitará de electricidad, agua, servicios en general del que también dispondrán los colonos. El asentamiento sustituirá poco a poco sus precarias casetas por casas más sólidas hasta convertirse en urbanizaciones.
Pronto llegamos a Hebrón, Tumba de los patriarcas, ciudad sagrada para la religión judía, musulmana y cristiana, lugar en el que, dicen, se hallan enterrados Abraham y su esposa Sara entre otros.
Nuestro Cicerone será J., un joven cooperante danés que conoce bien la realidad de la ciudad. Parte de ella está bajo autoridad palestina y otra parte bajo la autoridad de Israel. Desde lo alto de la ciudad podemos ver los sectores en los que se ha dividido Hebrón. A lo lejos, junto al cementerio, podemos observar la zona en la que se ha vetado la entrada a la población palestina, una ciudad fantasma, casi deshabitada en la que viven gran parte de los cerca de 600 colonos judíos que habitan el casco histórico.
El recorrido por sus calles es dramático. El hostigamiento a los ciudadanos palestinos que aún viven en el centro es constante. La calle comercial, por la que los palestinos pasean esa mañana luminosa de domingo haciendo sus compras, tiene varios tramos techados por una verja de hierro. Si uno mira hacia arriba, podrá encontrar sobre la alambrada que cubre el cielo cascotes, basura, botellas que son lanzadas por los habitantes judíos que viven en los edificios colindantes sobre los transeúntes palestinos. Mientas observamos conmovidos oímos a nuestras espaldas como unos soldados preparan sus armas tras el muro que cerca la parte reservada a los israelíes: es la hora de hacer la ronda por el centro de Hebrón. Unos muchachos uniformados salen armados de la zona reservada y recorren el centro histórico controlando que todo está bien.
Son varios los muchachos que se nos acercan curiosos. Tomamos un te en una de las pequeñas tiendas en las que algunas mujeres venden su artesanía. Nos relatan la historia de hijos, menores, que son retenidos de forma arbitraria, de su desprotección jurídica. De nuevo, el desamparo.
Cuando subimos a la azotea de una de las casas de un palestino que tiene por vecino a un colono judío en el piso adyacente un militar apostado en el tejado de al lado nos exige a gritos que abandonemos el lugar. El joven cooperante explica que no hacemos nada malo, que somos ciudadanos europeos de visita a Hebrón, y que tenemos derecho a estar ahí. No parecen convencerle los argumentos al militar armado que vigila nuestra presencia pero resignado vuelve a su puesto sin quitarnos el ojo de encima. Un muchacho nos señala los agujeros de bala en sus depósitos de agua vacíos. Desde lo alto podemos apreciar mejor la parte del casco histórico deshabitado. A lo lejos un grupo de niños judíos salidos de la escuela vuelven a casa. J. nos cuenta como a veces los niños judíos apedrean el paso de los niños palestinos que también marchan al colegio ante la mirada impasible de los militares judíos. Algunas ONG’s acuden como escudos humanos para escoltar a los jóvenes palestinos en su camino a la escuela.
Paseamos por la ciudad fantasma entre muros en los que los judíos han escrito su versión de la historia. Los judíos fueron masacrados por árabes en 1929, tiempo en el que convivían en la ciudad con los ciudadanos palestinos, siendo expulsados de sus casas en Hebrón. Y esa matanza justifica la actual ocupación. Tras la Guerra de 1967 los judíos retoman la ciudad perdida y pasa a formar parte del mito de la recuperación de la Tierra Prometida. Aunque esa parte de la ciudad parece sólo habitada por fantasmas no faltan los controles militares de rigor que de nuevo nos piden los pasaportes e interrogan a nuestros guías.
Tras la visita a Hebrón comemos con un amigo palestino y hablamos del futuro. No somos terroristas, nos dice mientas analizamos la situación política y lanzamos hipótesis sobre posibles soluciones al conflicto. Un futuro incierto y un tanto desasosegante.
Nos despedimos de Hebrón y partimos hacia Belén.