martes, 19 de julio de 2011

No sé qué decirte

No sé qué decirte,

he tropezado con la blancura de tu rostro

quemado por el invierno inmisericorde

y me quedo mirándote,

adivinando bajo las mantas la orografía tranquila

en la que siembro mis certezas

y busco tus valles como el agua del arroyo.


No sé qué decirte,

sigo insomne esta noche de aniversarios y derrotas,

mientras los locos buscan en buzones ajenos

cartas de amor, postales de viajes que nunca harán.


No sé qué decirte,

así que callo y me sumerjo en este estrépito de cascada

que cae sobre tu rostro,

bebo del breve hueco de tus manos

y de debajo las sábanas

se eleva el aroma de la hierbabuena

nombrando el verano que no tuve.


Somos quienes somos, hombres y mujeres

que se atreven a soñar, a golpes con la vida,

simplemente eso, corredores de fondo,

que anhelan tu sonrisa, aún desconocida,

o una brizna de viento, acariciando nuestras sienes,

trayendo noticias de tu regreso,

qué tal te estuvo el viaje,

¿me echaste de menos?


Pienso todo esto

mientras desde las tribunas hablan

hombres con coronas y escamas,

vendedores de elixires mágicos,

saludables para el cabello y el olvido,

dos por uno, y tú dormida

febril y deseada

y no sé qué decirte.


Pienso todo esto,

mientras en la noche tucumana

suena la voz de la Negra,

trayendo recuerdos de un exilio madrileño,

mientras la pava silba

y la luna arde en lo alto.


Pienso todo esto

y no sé qué decirte,

sólo que estoy aquí,

para darte paracetamol,

versos y pétalos de rosas,

canciones del recuerdo,

y todas las voces del mar

que arrastra tu risa

y mece nuestro insomnio.


Te has dormido y me callo.

Mejor así.

No sé qué decirte.

martes, 12 de julio de 2011

Hija de Lilith

Hija de Lilith,

no te trajo a este mundo la costilla de un hombre.

No dio vida a tu barro el aliento de un dios cansado.

Has nacido del vientre de la primera mujer,

brisa meciendo las espigas doradas,

lámina de plata sobre la primera ola,

pavesa incandescente huyendo de la llama

hacia el cielo como una plegaria.


No eres ángel redentor,

ni acaricias las escamas del guardián del manzano.

No quieres que llore a tu lado,

ni elevarte a las alturas.

No esperarás mi regreso

tejiendo tristes sudarios.


Hija de Lilith,

luna radiante a la que aúllan los lobos,

la que mece las mareas, la venerada por los locos,

trazas tu propio camino

con la férrea voluntad del que ha perdido todo

o todo lo tiene.


Trazas sendas en otras pieles,

como los ríos siembran valles,

con la constancia del cautivo

que marca en los muros

tantas líneas como días.


Hija de Lilith,

no hay piedad para aquel

que no supo adorar tu rostro.

Tu eres la primera mujer

sonriendo al último hombre.

martes, 5 de julio de 2011

Harto


Indignado sigo con atención los acontecimientos en torno a la SGAE a la espera de que la Justicia determine de forma concluyente las responsabilidades penales correspondientes.
Estoy harto. Harto de que algunos se lucren aprovechándose del trabajo ajeno y de la creatividad y el talento de otros, ya sean directivos, operadoras o piratas varios; harto de fraudes y arbitrariedades; harto del descrédito de una institución cuya principal misión ha de ser la dignificación del oficio de los trabajadores de la cultura, de que los autores no seamos capaces de hacer el ejercicio de autocrítica necesario para entender por qué hemos llegado a la situación en la que estamos; de que a los autores se nos exija hacer autocrítica y no seamos capaces de hacerla como sociedad que desprecia su patrimonio cultural y que promueve implacablemente la mitificación de la Red de redes mundial, en la que todo es bueno, más aún si es gratuito; harto de mi incapacidad para justificar un canon de compensación difícil de justificar, aún cuando entiendo el desamparo del autor ante la revolución digital, de mi incapacidad para encontrar respuestas ante semejante desafío; harto de tener que defender la profesión de músico o autor tan denostada por todos, de que se contamine el debate en torno al derecho de autor y su relación con las nuevas tecnologías con crispación y demagogia, de tener que recordar que, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aparece el derecho 27.1 (1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten) y también el 27.2 (2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora); harto de ver cómo se utiliza este proceso judicial para justificar el ataque indiscriminado contra todo autor, un colectivo cuyo corporativismo desesperado no es diferente al de periodistas o políticos cuando por norma general se toma la parte por el todo o se les vapulea hasta la humillación; harto de una industria musical que ha fomentado un modelo de consumo voraz, de forma que toda creación es objeto de usar y tirar, una industria que ha maltratado a artistas y a amantes de la música al prevalecer despiadados criterios empresariales por encima de cualquier valoración artística; harto de que los medios de comunicación sean cada vez menos plurales en su oferta cultural, más herméticos ante según que propuestas, más aún cuando estas están alejadas de la superficialidad preponderante o de sus intereses corporativos; harto de explicar que soy músico, autor e internauta; harto de que el trabajo y esfuerzo de tantos profesionales de la cultura sea despreciado por algunos que dicen defenderme y por aquellos que se suman al grito de “muera la inteligencia”. Harto e indignado, sigo soñando y escribiendo canciones, porque ellas custodian mis sueños, y estos, mi futuro, un futuro mejor para todos.
Ismael Serrano