El mundo gira como el polen arrastrado por la brisa.
Una mujer cierra la maleta y emprende el viaje. Cruza el océano en busca de sus afectos. Besos en el portal. Cuídate. Llama cuando llegues.
Taty Almeida, de la Madres de la Plaza de Mayo me habla de la presentación del libro de poemas de su hijo desaparecido. En Madrid, como en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, hombres y mujeres empuñan carteles con los rostros de los represaliados por la dictadura. Mi abuelo, albañil, recorría cuarenta kilómetros todos los días para ir al trabajo. En su pueblo no podía trabajar. Era un estigmatizado. Era republicano. Tuvo más suerte que otros. Sobrevivió.
El mundo gira como una bolsa de plástico atrapada en el torbellino.
Camino de Murcia, con buenos amigos, comemos torreznos en un bar de carretera. Los molinos de viento no giran sus aspas, descansan limpios y rehabilitados. Son gigantes domesticados y decorativos que duermen la siesta sobre la meseta. Nadie los embiste. Rocinante descansa flaco y huérfano bajo un plátano junto a la estación de servicio.
El mundo gira como un tiovivo en una feria desierta y abandonada.
Seguimos hablando con la UNRWA, la agencia de la ONU para la ayuda a los refugiados palestinos, sobre la situación que allí se vive. Centenares de menores encerrados en cárceles por arrojar piedras, rutas endemoniadas que vuelven imposibles los encuentros por los cortes que provocan las carreteras israelíes (la circulación en ellas está restringida para los palestinos), controles disuasorios para cooperantes, sombras sobre el futuro de Palestina. Los países recortan sus donaciones en tiempos de crisis. Debiéramos ayudar de alguna forma.
El mundo gira como un viejo derviche cansado.
El concierto en Murcia es impresionante. La gente se agita como amapolas en un campo dorado. Nos contagian su alegría. Mil gracias por el calor. Al cantar Balance no puedo dejar de emocionarme. Después de tantos años aún seguimos cantando, seguimos intentando recordar qué debe ser vivir. Debe ser algo parecido a lo que siento cuando alguien tararea una canción conmigo. Siempre es viernes, siesta de verano…
El mundo gira como la bolsa de maíz en el microondas. Las palomitas estallan como carcajadas enjauladas.
Una mujer llega tras un largo viaje a Madrid. Es interrogada por el funcionario que vigila la frontera tras un cristal. ¿Por qué viaja? ¿Hasta cuándo? ¿Con quién? Las respuestas más sinceras no le convencerían al funcionario. Porque vivo, porque tengo preguntas, porque amo, porque estoy viva.
El mundo gira como la figura danzante en la chacarera.
Seguimos con nuestro viaje: Alicante, Palma de Mallorca. De ciudad en ciudad desplegando nuestro muestrario multicolor de abalorios y sueños. No ofrecemos elixires que prolonguen nuestra vida, pero sí que la hagan más intensa. Si tú quieres te acompaño. No soy más que lo ves.
El mundo gira. Estamos vivos. Y saludamos esa certeza cantando. Para bien o para mal, es lo que sé hacer. El mundo gira, luminoso y azul, como los días de la infancia de Machado. Durante un instante se detiene como el tiovivo de la niñez. Durante un instante observa la llegada de la muchacha, la risa de Taty al hablar de sus nietos, la bandera tricolor ondeando en la puerta del sol, mi gesto mientras hago balance sobre el escenario, la cometa de un niño palestino agitada por el viento. Se detiene maravillado para observar este pequeño milagro. Estamos vivos. Aún soñamos.