Nunca entendí las reticencias de algunos compañeros de profesión a la hora de definirse como cantautores. Y me sorprende el empeño de algunos en distanciarse de la tradición española de trovadores que han escrito las mejores canciones de la música en español. Definirse ideológicamente en las canciones no es ni bueno ni malo. Forma parte de la tradición del juglar y es natural que así sea. Si le cantas a lo que te emociona, ¿cómo no hacerlo a la necesidad de mejorar el mundo que te toca vivir, ante la visión de una realidad dolorosa, desigual? Y uno mira la realidad y formula el deseo de una sociedad más justa en función de la estructura ideológica con que sustenta su ética y su condición de animal político.
Con la que está cayendo. ¿Es reprobable decir que se hace canción política? Más bien me parece urgente.
No creo que toda canción tenga que ser comprometida ideológicamente. Simplemente digo que si lo es, bienvenido sea. El prejuicio en torno a la canción de autor que la estigmatiza como aburrida y deprimente es el mismo que distancia a la gente de una forma de hacer cine o literatura con conciencia política. Es lo mismo que distancia a la gente del debate político.
Si bien es cierto que la afirmación de que la distinción entre izquierda y derecha es algo superado coincide con las posturas más reaccionarias (era una consigna de la Falange por ejemplo), puede ser punto de partida de un debate interesante si se ofrecen alternativas a las posturas políticas tradicionales. Pero, personalmente, no encuentro muchas alternativas al respecto. No al menos que vayan más allá de un cierto ingenuísmo político que propugna una fraternidad vacía de contenido y de propuestas concretas.
Soy cantautor. Reivindico la palabra para definir un género que va desde Woody Guthrie a Damien Rice, desde Victor Jara hasta Serrat, desde Pedro Guerra a Marwan. La apuesta por un equilibrio entre el texto y la melodía, el empeño por darle un vuelo poético a las letras, la permeabilidad ante la realidad que nos toca vivir, todas estas son características de un género que no es si no renovador del folklore tradicinal. Victor Jara o Violeta Parra le dan un dimensión poética al folklore de su tierra, con su trabajo dignifican el canto popular. A Silvio y los suyos les llamaron Nueva Trova porque renovaban la Trova Tradicional, canto popular del pueblo cubano.
Y ser continuador de esta tradición es todo un honor. Más aún en un tiempo en que se desprecia todo hecho cultural que exija un mínimo análisis en profundidad. “Cultureta” decimos con desprecio cuando hablamos de toda expresión artística que pretende de nosotros un mínimo de reflexión. El desprestigio del creador lleva al artista a tener que justificar permanentemente su forma de vida y su forma de trabajar. El músico vuelve a depender de la caridad ajena para poder subsistir. ¿Acaso no consiste en eso el crowdfunding? Al desaparecer el tejido industrial de la música dependemos del mecenazgo. Creo que nos equivocamos cuando culpamos a la industria musical del divorcio entre la música y el melómano. Es el modelo industrial, el modelo de producción o de consumo pero no la industria en sí misma. La industria genera fuentes de trabajo y permite que los músicos se puedan profesionalizar. Otra cosa es debatir cómo se usan los medios de producción, a quién deben pertenecer, cómo se deben gestionar... Otra cosa es hablar de política, en definitiva.
Me gustaría ser considerado cantautor. No debiéramos olvidar que los cantautores se jugaron el tipo en tiempos difíciles poniendo su rostro y su voz al servicio de una sociedad que demandaba libertades y derechos. Muchos pasaron por la cárcel. Otros fueron condenados al ostracismo mediático. Y alguno pagó con su vida. ¿Cómo no sentir orgullo de pertenecer a esta tradición? Evidentemente los tiempos son otros. Nuestras referencias musicales son plurales. Hemos tenido acceso a una formación musical amplia y global. Pero eso no nos aleja del género. Al fin y al cabo el cantautor es renovador del folklore tradicional. Y ahora el folklore es global. La globalización hace nuestro el folklore africano, norteamericano, latinoamericano. Y los frentes de lucha son otros. Pero existen.
Somos lo que somos. Y arrastramos dudas y complejos porque la orfandad política nos desampara ante un mundo cruel y vertiginoso.
Soy cantautor. Sólo pretendo hacer canciones amables que me ayuden a sentirme acompañado, que generen espacios de encuentro para que entendamos que no estamos solos: cuando lloramos por un amor o por un mundo que parece derrumbarse, cuando reímos por otro amor o porque nace un nuevo mundo más justo, mejor. Ese que soñaron tantos cantautores antes que nosotros, ese que celebraré a tu lado.