domingo, 19 de septiembre de 2010

Labordeta, un hombre bueno, sabio, indispensable nos deja huérfanos de canto

Se ha muerto José Antonio Labordeta, uno de los hombres más honestos que jamás he conocido, una referencia en la música y en el compromiso. Más necesario que nunca en estos días terribles. Te echaremos tanto de menos, "abuelo". Que tristeza.

martes, 14 de septiembre de 2010

Sudestada

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Augusto Monterroso

El barco se balancea agitado por el agua metálica, plata vieja arañada por la sudestada. En el barco varias almas. Y entre ellas un mujer que suspira y en su pecho caben todos los suspiros del mundo. A su lado viajo yo. Trato de dormir y, como el dinosaurio de Monterroso, al despertar la melancolía sigue allí. Es como si el río supiera de nuestra pena. Y se mueve como un animal que trata de huir del cepo que lo atrapa.

Digamos que la arcilla de nuestra vida giró con fuerza en estos días y el torno no detiene su ritmo implacable. Y hago un crucigrama, hojeo una revista mientras un niño grita y grita a nuestro lado, su madre hace compras en el dutyfree. Pero nada calma las aguas ni el dolor del pecho. Ni el llanto del niño que busca a su madre. Y en su llanto parecen llorar todos los niños del mundo.

Así como brillan los perfumes en las vitrinas de la tienda contemplo los días que se marcharon, brillando como las luces del puerto que nos recibe al otro lado de la orilla.

Bajamos del barco entre empujones. Todos tienen prisas. Imagino lo que sentirán los que llegan a España con el corazón en un puño, sin saber si se les permitirá la entrada. El ceño fruncido del funcionario, el interrogatorio, la arbitrariedad, el futuro pendiendo de un hilo frágil suspendido sobre la nada. Mi recibimiento es muy diferente así que siento algo de culpa y vergüenza.

Llegamos a Montevideo que nos recibe con viento y lluvia. Fumo un cigarro (sí, ya sé que tengo que dejarlo) y la brasa tiembla con el aire, levanta una pavesa y sonrío. Me reconforta llegar a esta ciudad. Aunque la muchacha sigue suspirando y el niño aún llora y yo sigo malherido.

Pero pronto cantaré. Y la ciudad dormida me regalará el sueño que tuvimos siendo niños, sonarán las canciones que escribí para ti, como la llamada desde el cerro, tranquilizando nuestro pecho agitado por la sudestada, brindaremos con medio y medio prometiendo regar los jardines y los recuerdos.

Fuera llueve. Dentro también. Y un día al despertar el dinosaurio se habrá marchado.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Azucenas

Pasará el tiempo y recordaremos estos días felices en que crecieron azucenas en nuestro pecho. Blancas, majestuosas, su silueta se recortará contra el gris de este cielo de tormenta. Deja que aparque la culpa de saberme dichoso cuando todo se derrumba, aunque sólo sea por un momento. Deja que me recuerde sonriendo mientras el autobús en el que viajamos atraviesa el cono sur. Pisaremos los charcos que dejó el temporal de Santa Rosa y miraremos con nostalgia el camino recorrido, como el puerto que huye hacia el horizonte al zarpar la nave, mirando desde la popa cabeceante el lugar en el que fuiste feliz.
Casi no queda nada de nosotros. Somos sólo el vapor que exhalan las bocas en las mañanas de invierno, el humo de las brasas incandescentes en la parrilla tras el asado, el graffiti garabateado con prisas sobre la tapia, la duda entre lo soñado y lo vivido que acompaña al despertar, el canto huérfano de los primeras aves del alba. Somos lo que no fuimos, el verano que este año no viví. Como la puerta del sol tras la noche vieja, quedó el suelo repleto de cristales, trozos de la vida que estalló con cada canción.
Recibimos mucho más que lo que damos. Lo sabemos. Y que gastamos las palabras de agradecimiento por lo vivido. Pero no sabemos cómo decirte ya que somos conscientes de la deuda que tenemos contigo.
Dormiremos poco de nuevo esta noche. Marcharemos a Buenos Aires para dar el último concierto de este tramo de gira en Argentina antes de viajar a Uruguay. Llamaremos a nuestros familiares mandándoles besos: todo bien, los conciertos increíbles, ¿qué tal mis hermanos?, ¿y el pequeño Manuel?, me perdí las fiestas en la aldea, ¿ya empezasteis a trabajar?, da recuerdos a todos, de vuestra parte, nos vemos pronto.
Seguiremos viajando y no exigiremos a Penélope que nos espere, ni le pediremos a Ariadna que deshaga su ovillo para nosotros. Sabemos que estar perdidos en este laberinto es nuestra forma de vida: rehenes de nuestras pasiones deambulamos como niños/titiriteros maravillados y agradecidos por un mundo tan disparatado como hermoso, sólo porque tú lo habitas.
Pasarán los años y recordaremos los días en los que regalábamos las azucenas que crecieron en nuestro pecho, en el tiempo en el que el mundo se derrumbaba y nosotros cantábamos felices, iracundos, esperanzados y a tu lado.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Memoria, justicia e identidad


Antes del concierto en Buenos Aires saludo a las Abuelas de la Plaza de Mayo. En cada encuentro trato de contagiarme de su arrebatadora juventud. Siguen luchando con tenacidad, intentando localizar a sus nietos secuestrados durante la dictadura.

Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas, me habla de la visita del juez Garzón a Argentina. Participó en la presentación oficial de la candidatura de las Abuelas para el Nóbel de la Paz. Somos muchos los que tratamos de impulsar esta iniciativa.

Estela me habla con perplejidad de la situación que vive el juez en España. Y yo comparto el asombro.

Pude ver a Garzón en algunos programas de la TV argentina. Con la discreción habitual se defendía de las acusaciones y elogiaba el papel de las Abuelas y las Madres de la Plaza de Mayo. Su militancia ha logrado situar a Argentina en la vanguardia de la defensa de los Derechos Humanos en todo el mundo.

En Argentina los juicios abiertos por crímenes cometidos durante la dictadura se viven con absoluta normalidad. No faltan nostálgicos indignados que hablan de revanchismo pero son una anécdota.

Y es que la promoción de los principios de justicia universal que llevan a abrir procesos por crímenes de lesa humanidad sólo puede ser vivida con normalidad democrática.

También nos visita Tati Almeida, de las Madres de la Plaza de Mayo. Un día su hijo de 20 años, Alejandro, le dijo: “Mañana no voy a trabajar porque tengo parcial, esperame”. Y no volvió a verlo. Hoy tendría 55 años.

La acompañan hijos de víctimas de la dictadura. Forman parte de una asociación que lucha por la identidad y la justicia contra el olvido y el silencio. Me regalan una camiseta para apoyar los juicios contra los genocidas.

Es inspiradora la historia de estas valientes Madres. Hubieran preferido no asumir el protagonismo que hoy tienen, pero terribles circunstancias las obligaron a tomar la responsabilidad que a día de hoy las ha convertido en indispensables referentes morales en todo el mundo.

Y aún hoy, hombres y mujeres nacidos entre el 75 y el 80, con dudas con respecto a sus identidad biológica, siguen acudiendo a las Abuelas en busca de la verdad. Y tras el análisis de ADN, después de tantos años, vuelven a nacer al reconocerse en las fotos de los padres reencontrados que las abuelas siempre guardan como un tesoro.

* * *

La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca… Conciertos increíbles. A veces nos desbordan las emociones tras los vibrantes recitales que estamos dando en esta gira. ¿He dado ya la gracias? No suficiente.

Seguimos el periplo mientras algunos cumplen años (felicidades Jacob, Belén), dejando retazos de nosotros en cada lugar. Siempre con la sensación de que falta tiempo y palabras. Estos días nos regalan vivencias indelebles y queda algo de culpa, porque, como dijo Silvio, todos las felicidades tienen sus muertos y el mundo a veces es una pesadilla. Y nosotros somos felices en estos días inciertos. Aunque siempre echamos de menos la casa, los afectos de la tierra lejana este oficio impone el viaje, agradecemos el privilegio que supone hacer esta travesía, guitarra al hombro. Y este homo viator, con la certeza de que aún queda toda por hacer, sigue cantando, porque siempre nos queda la palabra, más aún cuando es cantada.