martes, 25 de mayo de 2010

Madrid

La crisis estalló y mi ciudad levantaba la mirada al cielo preocupada porque la primavera se empeñaba en no llegar. En el tiempo en que los relojes marcaron la hora de la detonación, Madrid seguía levantándose con el cansancio habitual de los lunes. Como esas muchachas que mienten al decir su edad, la enloquecida urbe se empeñaba en parecer radiante y renovada y serpientes de colores reptaban por sus carreteras maltratadas por el hielo y la sal que cubrieron alternativamente su asfalto en el invierno.

Madrid es el escenario de las mayor parte de los crímenes que cometimos y sus calles, a veces, parecen la ruina de una casa después de una fiesta: intuimos que en algún momento hubo risas y guirnaldas pero ahora sólo queda el rastro de confetis desperdigado por el suelo y las botellas vacías abandonadas en los rincones. Amo Madrid. Con todas sus malditas y maravillosas contradicciones.

Puerta del sol con sus banderas tricolores ondeadas por tipos encaramados a las farolas. Plaza de Oriente con su mar de siniestros brazos en alto jaleando al tirano. No pasarán. Vivan las caenas. Cada mayo celebramos que echamos a patadas a los portadores de la Ilustración, bibliotecarios afrancesados que nos traían el aroma de su revolución sin preguntarnos si quiera. Así nos va. Desde México escribieron su chotis más tradicional. Un jienense la declaración de amor más hermosa y amarga. Sus corralas, escenario de zarzuelas, son ahora pisos patera en las que, por turnos, duermen hombres y mujeres que navegaron todos los mares desde todos los sures imaginables.

La Gran Vía, aspirante a Broadway y Quinta Avenida, con su luminoso de Swcheppes en el que se colgaron satánicos y exorcistas, por la que tanto caminé buscando al coronel Kurtz, cumple cien años. No ardió como el Chiado lisboeta, no la quemó el salitre marino como al malecón de La Habana pero tiene ese aire de bohemio, pobre y soñador, que se cuela en los cafés a arrimarse como oyente a las tertulias, esa belleza de mujer madura y liberada que fuma un cigarro en una terraza del Barrio de las Letras después de haber recorrido la galaxia persiguiendo cometas.

Madrid siempre fue generosa. Mis padres se criaron en un barrio de chabolas, calles de barro y retrete compartido, que forjaron hombres y mujeres venidos desde todos los sures de España, levantando sus casas de chapa y ladrillo con sus manos de olivo, con su manojo de sueños prendido en sus solapas. Eran tiempos de curas obreros, carreras delante de los grises y puños levantados.

Luego, mucho más tarde, vendría la movida, liberación, infantil revolución de papel con hombreras. “El que no esté colocado que se coloque, y al loro” decía el viejo profesor, alcalde de Madrid. También vino el olvido. Otros tiempos. Queda poca poesía en los grafittis que decoran los muros de este Madrid, disparatado, maravilloso y febril. Y menos aún en los discursos de sus responsables políticos que nunca están a la altura de las necesidades de una ciudad como la nuestra.

Madrid y sus obras, buscando el tesoro que guarda un dragón dormido bajo nuestros pies. Madrid de mi infancia. Madrid de mis comienzos profesionales, de mis primeros conciertos en los cafés, en los años en que, en la efervescencia que vivió en los 90 la música en directo, proliferaban por todas partes, aunque su apertura era fugaz, como la flor arrancada del tallo, como un suspiro. Madrid, como un nido de luciérnagas dormidas recibiéndome, abajo, mientras el avión se desliza, agárrate de mi mano, sabes que no aguanto los aterrizajes, abróchense los cinturones. Madrid, tarde de Retiro mientras los titiriteros congelan las miradas de los niños y sus padres beben granizado de limón. Madrid, vermú en La Latina, hombres estatua en la Plaza Mayor. Madrid, Vallekas, puerto de mar, barrio en lucha. Madrid, concierto en el Libertad, cine de autor en Martínez de los Heros. Madrid, mañana de maldiciones, café con churros, repaso del diario deportivo. Madrid, Ciudad Universitaria, césped en mis pantalones. Madrid, casa de las flores y Neruda cabalgando un caballo verde. Madrid, estrella polar, cruz del sur. No es tu mejor momento pero aún estás hermosa. Siempre vuelvo Madrid.

Madrid, gracias por todo. Por estos días de conciertos inolvidables. Por los días que vendrán.

martes, 18 de mayo de 2010

La rebelión de los hijos de Guillermo Tell

Cuando la fachada del espejismo empezaba a resquebrajarse algunos creímos asistir a la caída de un muro que hasta antes parecía de una invulnerabilidad diamantina. El legado de los apóstoles del fin de la historia había calado a fondo en los habitantes del planeta: el sistema era incuestionable pues se presentaba como victorioso ante los experimentos fallidos del bloque soviético. Cualquier cuestionamiento era o criminalizado o marginado, condenado al corral de la disidencia excéntrica e inadaptada. Y así, vivimos un retroceso en los derechos laborales y civiles puesto que el sistema en su perpetuación lo exigía. Pero el sistema se declaró enfermo, casi terminal, el espejismo se agrietó y se reavivó el debate de las ideas. Por fin algunos vislumbrábamos la oportunidad de reformular las reglas del juego en aras de una mayor solidaridad de los que más tienen con los eternos excluidos.

Líderes mundiales se reunían e introducían en las agendas de sus reuniones términos hasta entonces anatema en sus planteamientos económicos: se hablaba de Tasa Tobin (para gravar las transacciones financieras de carácter especulativo), del protagonismo del Estado en la nueva arquitectura económica, de terminar con los paraísos fiscales, de controlar de alguna forma los sistemas financieros, de ponerle límites a los excesos de los grandes ejecutivos que multiplicaban su riqueza ante el río revuelto que generaba la crisis… Estaba claro cual había sido el origen de la crisis: la especulación financiera, el cortoplacismo, la codicia desmedida de ingenieros/nigromantes financieros que inventaban artículos bursátiles tóxicos, vacíos, vendedores de humo, especuladores de las necesidades ajenas, de las rentas del futuro, de la deuda de los eternamente endeudados…

El Estado salió al rescate: primero inyectando liquidez, ayudando a los bancos en quiebra, y luego a través de los planes de estímulo de las economías que trataban de contrarrestar la paralización de la iniciativa privada que provocaba la ausencia de crédito.

Luego, para paliar el déficit que provocó esta situación, nuestros gobernantes -cráneos privilegiados- optaron por el atajo fácil: castigar a los ciudadanos con los recortes en la protección social, en los sueldos de los funcionarios, en las pensiones, flexibilizar el despido…Existen otras medidas más justas para combatir el déficit, evidentemente: subir los impuestos a las rentas más altas, gravar los desorbitados beneficios de bancos y empresas financieras. Pero esto de momento sólo se ha quedado en intenciones borrosas, palabras desde las tribunas, agua de borrajas.

Y de aquellos planteamientos maximalistas que ahondaban en la solución de una crisis sistémica nada de nada. El poderoso sector financiero impuso su chantaje. Las empresas de rating, aquellas que calificaron altamente a las empresas que propiciaron la debacle y que luego quebraron, castigaron a los países dudando de su solvencia a la hora de abordar sus deudas, calificándolas por la baja. Empresas de rating que escapan a cualquier control administrativo y gubernamental, a cualquier calificación, que dictan el destino y el valor de los futuros y del mercado. Quizá la mano invisible que todo lo controla.

La soberanía de los pueblos quedaba puesta en entredicho. Los gobiernos, dóciles, no podían plantear su propio modelo de gestión de la economía pues el sistema imponía su extorsión dictando las estrategias a seguir.

La vieja complicidad entre el capitalismo y el Estado (siempre en beneficio del primero), aquella que instauró lo que algunos llamaron el Nuevo Orden Mundial, ese que asesinó a Clío y sus adoradores, alcanzó su máxima expresión. Lejos de reformular un nuevo sistema de convivencia, de renovar el Contrato Social de forma que el reparto de la felicidad y de la riqueza fueran más equitativos, los Estados apuntalaron el sistema, haciéndolo más injusto si cabe.

Los beneficios se privatizan y los riesgos, los perjuicios se socializan. Siempre pagan los mismos.

Cuenta la leyenda que el gobernador de Altdorf ante la rebeldía de Guillermo Tell le obligó a disparar con su ballesta a una manzana colocada sobre la cabeza de su hijo. Si acertaba sería perdonado.

El cantautor cubano Carlos Varela escribió una hermosa canción en la que el hijo de Tell se rebelaba y se empeñaba en ser ahora él el que disparara a la manzana, colocada esta vez en la cabeza de su padre.

Ya va siendo hora de cuestionar sobre qué cabeza se ha de colocar la manzana. Hartos de asumir el coste y el riesgo, los hijos de Tell quizá debieran decirles a sus gobernantes que o ponen la manzana sobre sus cabezas o apuntan sus flechas a los verdaderos responsables del desastre, aquellos que nos exigen que nos dobleguemos ante el chantaje de un sistema enfermo que ha demostrado no ser capaz de dar respuestas a las necesidades reales de la mayor parte de los habitantes de este disparatado y maravilloso planeta azul.

martes, 11 de mayo de 2010

Planes

Bailaban con flores amarillas las retamas mecidas por el viento y sobre el Mediterráneo brillaban láminas de luz sobre las que se deslizaban las horas. Fuimos felices en los días en los que recorrimos su costa y suspiramos las canciones como quien sopla un diente de león, semillas suspendidas en el aire de esta primavera lluviosa.

Y ahora seguimos haciendo planes. Tocamos en Granada y en Madrid. Cuando toco en casa es inevitable sentir una responsabilidad añadida que acrecienta el nerviosismo sobre el escenario. Lejos de sentir la complicidad propia de tocar ante viejos conocidos, no dejo de reparar en cada detalle, pensando que el nivel de exigencia va a ser mayor. Y así, sucede que eres feliz durante el concierto pero no lo descubres hasta un tiempo después, cuando analizas el recital y haces repaso de lo vivido.

Pero antes pasaremos por Granada, allí donde Lorca soñó un caballo azul y una madrugada, (Lorca que no fue enterrado con su guitarra y bajo la arena, entre los naranjos y la hierbabuena), allá donde la Alhambra vigila la senda roja del tiempo.

Pronto viajaremos a Latinoamérica. Cruzaremos el océano unas cuantas veces este año. En esta primera visita queremos ir a Argentina, Uruguay y Chile. Chile más que nunca. Ojalá podamos visitar Concepción de nuevo, ciudad golpeada por la cólera terrestre, Pachamama implacable mostrando sus dientes.

Tenemos pendiente un viaje a Palestina. Estamos invitados por la Oficina de Cooperación a participar en un “Concierto de las cuatro Lenguas” junto con otros artistas que se celebrará en Belén. Y queremos aprovechar el viaje para colaborar de alguna manera con la UNRWUA, la agencia de la ONU que trabaja con refugiados palestinos. En esas estamos.

También está en nuestros planes empezar a trabajar en otro proyecto cinematográfico con Juan Pablo Martínez, pero, como dice el cuento, esa es otra historia y merece ser contada en otro momento.

Y uno hace planes mientras el mundo sigue en su torbellino. Los corredores de bolsas del mundo gritan desquiciados subidos a sus norias disparatadas.¿Dónde queda la soberanía de los pueblos cuando son otros los que determinan el precio de la vida, cuándo desde fuera nos dicen los cambios estructurales que nuestras economías necesitan (siempre dirigidos a liberalizar los mercados, debilitar los controles estatales y flexibilizar los despidos)?¿Por qué el endeudamiento de los países es tan malo y no lo es tanto el de sus ciudadanos hipotecados de por vida, consumidores voraces de las rentas del futuro? La especulación, desatada, anfetamínica, aprovechando la inyección de dinero barato hecha por los Estados, retuerce la realidad económica, como un niño caprichoso el peluche regalado. La realidad virtual se convierte en realidad a secas, y pagan la factura los que menos tienen que ver con el origen de la crisis.

A nosotros nos dijeron que esta era una crisis financiera, ¿por qué entonces hacer una reforma laboral? ¿cuándo se demostró que el detrimento de las condiciones laborales de los trabajadores ayuda a salir de la crisis? Pescadores borrachos ríen a carcajadas y sacan a manotazos peces del río revuelto.

Dicen que la sonda Voyager está saliendo de la frontera del sistema solar. Como los barcos que a lo lejos veíamos en el Mediterráneo, la sonda seguirá su viaje silencioso, ajeno a los vaivenes bursátiles, a la genista regalando el polen de sus flores amarillas al viento de mayo, a mis planes, a tu vida. No creo que el mensaje que porta, dirigido a posibles inteligencias extraterrestres, hable de este mayo frío aplazando el futuro, de nuestras ganas de vivir, de tu fiebre y de tantos planes escritos en los charcos de la lluvia de esta primavera que se empeña en ser invierno.

martes, 4 de mayo de 2010

Llueve

Una cortina de agua baila por las calles de Barcelona, dibujando en el suelo coronas de agua. Llueve sin parar durante todo el día. Barcelona, empapada, abre su gabardina, como un exhibicionista, invitándonos a todos a escondernos bajo su abrigo, para guarecernos de la tromba. Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo.

La primera vez que toqué en Barcelona apenas éramos una decena de personas. Fue en la sala Tarantos allá por el 97. La Plaza Real saludaba la entrada de aquel muchacho de Madrid, con relámpagos en los ojos, con su despliegue de turistas, malevaje y palmeras abriéndose al cielo como una oración. En el local abrí la funda de mi guitarra y derramé las primeras canciones de “Atrapados en azul” ante un público desconocido y curioso. Ya ha llovido desde entonces. Casi tanto como hoy.

Desde entonces cada uno de mis discos ha sido presentado puntualmente en Barcelona, estrechando el vínculo que me une a esta ciudad en la que he dado largos y hermosos conciertos. Después de Tarantos, el Llantiol. Luego el Apolo. Alguna vez en el festival de Barna Sants, y más tarde el salto al Palau, con las musas vigilando nuestro canto de titiritero, temblando con la magia que palpita en cada tesela de sus mosaicos. Después vendría el Auditori, que nos recibirá en estos días para celebrar que aún intentamos recordar qué era vivir.

Barcelona. La ciudad de los prodigios. “Más, cada vez más honda
conmigo vas, ciudad,
como un amor hundido,
irreparable.

A veces ola y otra vez silencio” cantaba Gil de Biedma.

Barcelona es para mi Gil de Biedma. José Agustín Goytisolo. Fonollosa en la voz de Albert Pla o en los versos de Ciudad del hombre: Barcelona. Es el Pijoaparte seduciendo a la niña rica que fantasea con proletarios. Son los poemas de Joan Margarit cargados de nostalgia, de trenes que viajan en la noche, y de la memoria herida por aquellos que perdimos.

Barcelona me trae recuerdos de una noche en Montjuic cuando The Police abría la botella y leía su mensaje . Barcelona es la voz de Llach o de Serrat. El “Qualsevol nit pot sortir el sol” del galáctico Sisa. Barcelona son retales de mi vida, fotos a contraluz. Me siento hoy como un halcón herido por las flechas de la incertidumbre, cantaba Manolo García.

Barcelona es el paseo por el barrio gótico tarde, como siempre tarde, una noche “en que comenzaba todo, toda la noche amor. Toda la noche claridad y vehemencia, toda la noche amor.” Cantaba Goytisolo.

Esta será una semana recorriendo el Mediterráneo. Quedarán prendidos en nuestro pelo rayos de sol como agujas de pino tras la siesta. Volveremos a Madrid tras pasar por Palma de Mallorca, Barcelona, Tarragona y Valencia. Traeremos hasta Madrid el sabor amargo del llanto eterno, ese que lleva adherido Serrat a la piel, un trozo de Mediterráneo con el que pintaremos de azul las futuras y largas noches de invierno.

Viajamos soñando ser eternos, como el mar que vigila nuestro recorrido, bebiendo el incansable aguacero que nos acompañará en cada trayecto, para devolver en futuras canciones algo de aquello que amamos.

Llueve, y mientras el compás obstinado del limpiaparabrisas mece nuestro sueño, Barcelona se abre como una flor tras el cristal del auto que nos lleva, con la tranquilidad de un barco que atraca en el final de la noche. Miramos llenos de agradecimiento el paisaje envuelto en la cortina de agua, sus calles brillantes, como el lomo de una ballena dormida, mientras la ciudad espera a que amaine, como un amor hundido e irreparable, marchando hacia tu encuentro.

lunes, 26 de abril de 2010

El mundo gira

El mundo gira como el polen arrastrado por la brisa.

Una mujer cierra la maleta y emprende el viaje. Cruza el océano en busca de sus afectos. Besos en el portal. Cuídate. Llama cuando llegues.

Taty Almeida, de la Madres de la Plaza de Mayo me habla de la presentación del libro de poemas de su hijo desaparecido. En Madrid, como en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, hombres y mujeres empuñan carteles con los rostros de los represaliados por la dictadura. Mi abuelo, albañil, recorría cuarenta kilómetros todos los días para ir al trabajo. En su pueblo no podía trabajar. Era un estigmatizado. Era republicano. Tuvo más suerte que otros. Sobrevivió.

El mundo gira como una bolsa de plástico atrapada en el torbellino.

Camino de Murcia, con buenos amigos, comemos torreznos en un bar de carretera. Los molinos de viento no giran sus aspas, descansan limpios y rehabilitados. Son gigantes domesticados y decorativos que duermen la siesta sobre la meseta. Nadie los embiste. Rocinante descansa flaco y huérfano bajo un plátano junto a la estación de servicio.

El mundo gira como un tiovivo en una feria desierta y abandonada.

Seguimos hablando con la UNRWA, la agencia de la ONU para la ayuda a los refugiados palestinos, sobre la situación que allí se vive. Centenares de menores encerrados en cárceles por arrojar piedras, rutas endemoniadas que vuelven imposibles los encuentros por los cortes que provocan las carreteras israelíes (la circulación en ellas está restringida para los palestinos), controles disuasorios para cooperantes, sombras sobre el futuro de Palestina. Los países recortan sus donaciones en tiempos de crisis. Debiéramos ayudar de alguna forma.

El mundo gira como un viejo derviche cansado.

El concierto en Murcia es impresionante. La gente se agita como amapolas en un campo dorado. Nos contagian su alegría. Mil gracias por el calor. Al cantar Balance no puedo dejar de emocionarme. Después de tantos años aún seguimos cantando, seguimos intentando recordar qué debe ser vivir. Debe ser algo parecido a lo que siento cuando alguien tararea una canción conmigo. Siempre es viernes, siesta de verano…

El mundo gira como la bolsa de maíz en el microondas. Las palomitas estallan como carcajadas enjauladas.

Una mujer llega tras un largo viaje a Madrid. Es interrogada por el funcionario que vigila la frontera tras un cristal. ¿Por qué viaja? ¿Hasta cuándo? ¿Con quién? Las respuestas más sinceras no le convencerían al funcionario. Porque vivo, porque tengo preguntas, porque amo, porque estoy viva.

El mundo gira como la figura danzante en la chacarera.

Seguimos con nuestro viaje: Alicante, Palma de Mallorca. De ciudad en ciudad desplegando nuestro muestrario multicolor de abalorios y sueños. No ofrecemos elixires que prolonguen nuestra vida, pero sí que la hagan más intensa. Si tú quieres te acompaño. No soy más que lo ves.

El mundo gira. Estamos vivos. Y saludamos esa certeza cantando. Para bien o para mal, es lo que sé hacer. El mundo gira, luminoso y azul, como los días de la infancia de Machado. Durante un instante se detiene como el tiovivo de la niñez. Durante un instante observa la llegada de la muchacha, la risa de Taty al hablar de sus nietos, la bandera tricolor ondeando en la puerta del sol, mi gesto mientras hago balance sobre el escenario, la cometa de un niño palestino agitada por el viento. Se detiene maravillado para observar este pequeño milagro. Estamos vivos. Aún soñamos.

martes, 20 de abril de 2010

Refugiados

Seguimos de gira por el norte. Primero Mondragón. Se trata de un concierto enmarcado en unas jornadas de solidaridad con el pueblo saharaui. El hombre del desierto esperó demasiado, dice la canción. Es cierto. Y el Gobierno español elude su responsabilidad a la hora de exigir con valentía una solución sostenible que atienda a las exigencias legítimas de los saharauis. No basta con gestos, no basta con la ayuda que el gobierno a través de sus oficinas de cooperación internacional otorga a los campos de refugiados en Tinduf. Hay que exigir que se respeten los derechos del pueblo saharaui en lo que respecta a su autonomía, a su territorio, a su soberanía.

Al día siguiente acudimos a San Sebastián. Empiezo a disfrutar de los conciertos, las piezas del puzzle se van encajando, aunque sigo buscando el equilibrio que necesita el ritmo del concierto. El maravilloso público guipuzcoano nos brinda su calor y me ayuda a recordar por qué es tan terapéutico cantar sobre el escenario. El concierto es efervescente y las canciones fluyen como el mercurio, como las historias que se cuentan dos viejos conocidos que se encuentran después de estar mucho tiempo alejados. Casi precipitándose como el hielo azul del glaciar sobre el agua en la primavera, provocando mil coronas de agua que mecen las aves, las flores que sobre su superficie se posaron. Soy feliz sobre el escenario porque reconozco a viejos amigos cantando mis canciones. Los echaba de menos. Mil gracias.

La UNRWA nos invita el lunes a participar en una mesa de debate. La UNRWA es una agencia de las Naciones Unidas con el mandato de trabajar dando apoyo y protección a los refugiados palestinos en los diferentes territorios en los que se encuentran. Creada en 1949 para dar servicios sociales a los cerca de 914.000 refugiados palestinos contabilizados en 1950 ha trabajado hasta el día de hoy para ayudar al desarrollo de los pueblos desplazados durante las sucesivas guerras que ha padecido la zona. El número de refugiados en la actualidad es de 4,7 millones repartidos en los campos de Cisjordania, Franja de Gaza, Líbano, Siria y Jordania.

El panorama que presentan los ponentes es desolador. Los delegados de la UNRWA insisten en que una solución del conflicto sólo pasa por contar con los palestinos desplazados a la hora de establecer los términos de las negociaciones de los procesos, pero la negativa constante de Israel a que puedan retornar a su país de origen supone una zancadilla constante en las conversaciones, lo que no hace más que prolongar la situación dramática en la viven dichos refugiados.

Los campos de refugiados palestinos en Gaza y Cisjordania representan las zonas de mayor densidad de población del planeta y las condiciones económicas de extrema pobreza provocadas por el cerco implacable del ejercito israelí enrarecen el clima de diálogo que ha de acompañar a cualquier negociación.

La paz se ve cada vez más distante, dice alguno de los presentes. El problema del pueblo palestino ha pasado de ser el reconocimiento de un Estado Palestino, el reconocimiento de sus fronteras, al reconocimiento de su derecho a existir.

Aún así hay un empeño por no perder la esperanza. Hay quien apela a la sociedad civil para que presione a la clase política. La UNRWA se financia con las donaciones de los gobiernos y sólo a través de la presión popular, de la iniciativa solidaria de los pueblos podremos conseguir que se genere una conciencia que urja a la comunidad internacional a exigir el cumplimiento de las resoluciones de la ONU, a buscar una solución sostenible en uno de los focos de conflicto más candentes del planeta.

Refugiados. Desplazados de sus hogares sueñan en su eterna noche con el retorno mientras el planeta duerme febril y agitado por las pesadillas.

Mira tu entorno más cercano. El paquete de tabaco descansando sobre la mesa de la cocina, el cenicero a medio llenar, la foto de tus hermanos en la estantería, congelados en aquel tiempo en el que la vida estaba aplazada y todo era más sencillo, el libro que te acompaña en el metro camino del trabajo, tu ropa dormida en el armario, la cama deshecha por la mañana, la cafetera que tiembla a punto de regalarte el segundo sabor del día (pongamos que el primero fue el de unos labios), tus discos ya gastados por el intenso girar que arranca el humo de sus melodías, las paredes de tu casa, su techo, el refugio en el que hiciste planes, amaste, soñaste, lloraste, el camino que te lleva al trabajo, la pequeña tienda de tu calle en la que un hombre de acento irreconocible introduce las viandas en la bolsa, el bar donde bebiste la penúltima cerveza, piensa en lo más pequeño y en lo más grande, en el armazón que rodea tu vida, dándole la forma equilibrada que sopesas en tus manos en las horas de balance.

Ahora piensa que te lo quitan todo. Que queda un hueco en tu pecho, en tu cabeza, que reducen a cenizas los recuerdos, que desclavan los alfileres que anclaban tu vida al tapiz de la historia, piensa que desaparecen todos los tesoros que acumulaste en una vida de esfuerzo y búsqueda. ¿Dónde refugiarse de tanta ausencia? ¿A qué aferrarse cuando en tu pasado queda un espacio en blanco allí donde se escribieron los días azules de la infancia?

Quizá sea algo así ser un refugiado. Ver como el alma se parte en pedazos y uno trata de atar los restos con los alambres que encuentra camino del exilio.

Queda mucho por hacer. Y acordarse de vivir, es saber que estar vivo supone asumir el reto de devolverle la vida a aquellos a los que se la robaron.

martes, 13 de abril de 2010

Abril

Comenzó la gira. Primer concierto en Bilbao. Las puertas de una casa soñada se abren. Tras la ventana el murmullo de la ciudad como el ronquido de un dragón, celador dormido y humeante de alegrías y fracasos. Un reloj suena con la monotonía de una tarde de siesta y telefilm meciendo la danza de los fantasmas que uno encuentra cuando vuelve. Nervios. Muchos nervios en la primera presentación. Presento a los vecinos, desconocidos que habitan en el piso de al lado y que reconocemos por el rumor de vida que traspasa las paredes de papel.

Pendiente de las canciones, de la banda, de las historias, de que todo salga bien las canciones desfilan ante mi como dibujos en un papel abandonado sobre la acera que emborrona la lluvia. Soy feliz pero apenas puedo darme cuenta. Es lo que tienen los primeros conciertos. Ni siquiera cuando el concierto termina y hago balance puedo darme cuenta de lo mucho que se agitó mi ánimo durante el recital. El público de Bilbao, como siempre, atento y generoso nos recibe con afecto.

La mañana siguiente nos saluda luminosa. Paseo por el Guggeheim y comemos unos pinchos en la Plaza Nueva. En el viaje de vuelta repaso el repertorio, los detalles, los posibles cambios para mejorar el ritmo. Soy obsesivo y no es bueno. A veces no me permito celebrar las alegrías y el primer concierto en el Euskalduna lo merecía. Fue un hermoso comienzo.

Es abril. Mes republicano. Soy republicano porque creo en los valores de igualdad, fraternidad, libertad, laicismo, justicia y paz que ha de encarnar la República. Y porque los españoles tenemos derecho a elegir a nuestros Jefes de Estado. Y madurez para afrontar un debate al respecto.

Aunque algunos acontecimientos quieran hacernos dudar al respecto. Vemos consternados, indignados, como la ultraderecha, en gran parte responsable de las atrocidades perpetradas por el franquismo, sienta en el banquillo al único juez que se atrevió a investigar los crímenes de entonces. Aunque haya quien quiera plantear las investigaciones de dichos crímenes y los procesos abiertos por Garzón y otros jueces como un acto de revanchismo, desde la confrontación ideológica, tenemos que entender que lo que ampara a esas investigaciones es el derecho internacional, el concepto de justicia universal tan incómodo para los que se empeñan en escribir la Historia desde la perspectiva de los verdugos. ¿Esto era el espíritu de la transición, la certificación de que el viejo dictador lo dejó todo atado y bien atado? Pensé que era otra cosa.

Pero como dice la canción:

Volveremos a tapar las calles

hasta que amanezca con futuro y versos.

Volveremos a ser libres, puros,

y tú me pondrás flores en el pelo.

Volveremos a asaltar los cielos

y arderán las calles como antes de nuevo.

Brillará en tu piel una primavera

roja de luz color caramelo.

Y esta primavera color caramelo se empeña en ser republicana, más que nunca. Porque ser republicano es entender que la justicia ha de estar por encima de las rencillas entre jueces, del impero del olvido en que quieren sumirnos los vencedores, del empeño de algunos por entender el poder judicial como una prolongación de los aparatos políticos de uno u otro partido.

Y, mientras, seguimos preparando la gira, haciendo nuevos equipajes para volver al norte. El disco apenas ha visto la luz y veo crecer las canciones sobre el escenario, con ese andar torpe del animal recién nacido, pero maravillado ante el mundo que acaba de descubrir.

Abril mancha el tapiz de la vida con tres colores, nos recuerda que estamos vivos, que queda todo por hacer y me pide un poco de calma para poder disfrutar de los primeros conciertos. Pongo el alma en cada canción cuando me subo al escenario, porque sobre él siempre es abril.

martes, 6 de abril de 2010

Días intensos

Días intensos estos en los que el disco empieza a ver la luz. ¿Por qué a veces me invade una cierta melancolía ante el feliz parto de un nuevo trabajo? Me ayuda a sobrellevarlo la electricidad que escala mis manos al agarrar la guitarra para empezar el ensayo general de lo que serán los conciertos de la gira.

Un sofá rojo, un contestador que resuena en el salón vacío de nuestros corazones, las paredes de papel por las que se cuela el rumor de vida de los vecinos, alguien que entrega correo perdido, esa luz encendida que asoma por la ventana y que contemplamos desde la calle preguntándonos que color tendrá la vida que alberga esa casa lejana en la que habitarán, suponemos, gente como nosotros, hombres y mujeres que sueñan futuros imperfectos mientras la cafetera ronronea como un gato adormecido, mientras el televisor ilumina el salón con su luz estroboscópica o mientras un viejo disco gira olvidado, llenando la habitación de luciérnagas. Parte de esto, o de algo parecido, formará parte del escenario en el que se desarrollarán los conciertos de “Acuérdate de vivir”.

Porque el disco aún no se ha terminado. Aún queda vestir las canciones en directo. Peinarlas con ternura como al chaval que parte camino del colegio, revisar su silueta perdiéndose en la calle atestada de gente como el que mira la persona a la que acaba de despedir y quedó sin escuchar la última confesión omitida: Te voy a echar de menos, maldita sea.

Es difícil describir el pudor que produce mostrar al mundo las canciones en las que tanto de nosotros depositamos y en las que tanto trabajamos. Hace poco un periodista me hablaba de que algunos músicos hablaban de sus discos como meros trámites promocionales para luego encarar la gira que les llevaría de un lado a otro. Me duele pensar que éste, nuestro disco, es un mero producto promocional, porque el estudio de grabación es un laboratorio en el que se produce una gran tensión creativa, en el que se realiza un gran trabajo de investigación, que difícilmente se puede hacer sobre un escenario: los tiempos en el estudio son otros y los medios profesionales (entre otros por los músicos que participan en su grabación) y tecnológicos también. Es cierto que las canciones crecen en los conciertos, que, puesto que tienen vida propia, muestran otras caras, ganan en matices y caminan hacia caminos a veces diferentes a los planeados. Tiene el principio de incertidumbre, por aquello de que tú estás escuchando, mucho que ver en su crecimiento, pero de esto creo que ya hemos hablado en más de una ocasión.

No sé muy bien qué decirte. Sólo se me ocurre darte las gracias. Por tu atención, independientemente de los sentimientos que en ti puedan provocar estas canciones. Componer es establecer un diálogo con uno mismo. Tratar de hacer balance y establecer las prioridades en las búsquedas y los interrogantes.

Editar un disco supone establecer después ese diálogo de nuevo contigo. Decirte quizá: esto es lo que soy, esto es lo que viví, lo que viví porque tú estabas a mi lado. Es esa conversación en torno a la hoguera primigenia bajo el cielo estrellado, preguntarte mientras remueves con una rama la brasa que duerme, “¿no pensaste alguna vez que la vida que parpadea tras las ventanas que observamos desde la calle es la nuestra vestida con otros cuerpos?¿no tuviste miedo algunas noches del tic tac ensordecedor de los relojes?¿no sentiste que la vida a veces está en otra parte?¿te dije ya que tus luchas son las mías?¿no caíste en la cuenta de lo hermoso qué es vivir?¿sabes que a veces no te soporto y casi siempre te echo de menos?” Y no hace falta que respondas. Sólo escuchas mientras mantienes el fuego encendido, o mientras saboreas el trago que limpia tus sienes y quema la garganta al calor de aquella barra y miramos con complacencia como sale del bar una pareja que se ama, o mientras paseas por el centro de tu ciudad a mi lado viendo bailar el polen de los árboles mecidos por el viento que trae la primavera.

La vida es esta incertidumbre. Salir a tu encuentro sin la certeza de saber si acudirás al encuentro. Mejor aún. Encontrarte en el lugar acordado mientras finges estar enfadad@ porque, de nuevo, llego tarde, y yo te abrazo y el sol abre sus pétalos regando con su aroma tu risa y ya no es tarde, aunque me haya retrasado, porque es pronto, porque queda todo por hacer y nos perdemos calle abajo mientras me deshago en disculpas y te cuento el último chiste, malísimo, que me contó Bergia y te hablo de una canción, la penúltima que, como no, habla de ti.

martes, 30 de marzo de 2010

Y 15. Vuelvo.

Mientras ensayamos, la primavera, remolona, apura los últimos instantes del sueño antes de despertar. Parece decir “cinco minutitos más” mientras esconde los ojos hinchados bajo la manta gris del invierno. Bergia acaricia el cuero del jembé mientras cuenta su penúltima peripecia. Los instrumentos parecen animales dormidos esperando la llamada de sus dueños. Primer café de la mañana y primeros acordes para una nueva gira.

Vuelvo.

Escribo nervioso el primer boceto del guión para los recitales. Sigo empeñado en darle el carácter teatral de anteriores giras. Debes hablar menos, me dice mi madre. Y yo sigo sin saber sintetizar. Imagino un sofá rojo que parece arder bajo la luz amarilla de los focos. Un viejo teléfono de baquelita tiembla ante la llamada del fantasma de las giras pasadas. Trato de reinventar las canciones. El escenario va perfilando sus aristas como el paisaje lejano hacia el que vuelan las golondrinas oscuras aquellas que siempre vuelven.

Vuelvo.

El disco recién horneado baila entre mis manos. Lo miro. Le doy mil vueltas. Lo escucho. Reconozco en las canciones la necesidad de hacer balance. Soy lo que escucho y me atrevo a ponerme solemne. La falta de sueño, las dudas, el esfuerzo, las preguntas, todo mereció la pena. Como el que revisa el email en el que declara su amor o su odio y lo relee hasta ajarlo antes del envío irremediable, le echo un último vistazo. Nervioso le doy la bienvenida.

Vuelvo.

El periodista pregunta amable. La charla abre un espacio para el análisis y reparo en detalles de las canciones que aún no había descubierto. Me acuerdo de las dificultades con las que se encuentran tantos jóvenes valores por comunicar su trabajo, por encontrar plataformas de difusión. Aunque para mi tampoco es fácil, reconozco el privilegio en el que vivo. El disco se abre como una flor. Retiro con suavidad el rocío que tiembla en sus pétalos e invitó a oler el perfume de reloj y sueño que crepita en sus estambres.

Vuelvo.

Estoy nervioso. Sí. Ya te lo he dicho cien veces. Quizá resulte terapéutico hacer ciertas confesiones. Quizá la música calme al pájaro que revolotea en mi garganta, la ansiedad que a veces parece llenar de agua mis pulmones. Quizá emprender el nuevo viaje haga que remita el aleteo de polillas que siento en el vientre, la luz vertiginosa que quema las sienes, las ganas de empezar, de encontrarte.

Vuelvo.

Y aquí va este manojo de sueños. Envuelto en el periódico de mañana, en una hoja del calendario en el que marqué nuestros futuros encuentros. Miércoles de pasión y espera mientras tomo una infusión y veo estirarse frente a mi la carretera por la que he de marchar, serpiente desplumada que viaja hasta el corazón de las tinieblas, la vía láctea que lame el asfalto que viaja hasta ti. Me encomiendo a Pugliese y sueño. Pero esta vez el sueño no se conjuga en futuro. Es ahora. Este es el momento. Porque recordé que debe ser vivir. Porque queda todo por hacer. Voy a tu encuentro.

Vuelvo.

* * *

Mientras me mata la dulce espera les dejo un fragmento de la canción que cierra este ciclo. Aquí les dejé parte de quince sueños. Y ahora… vuelvo.

Vuelvo

Vuelvo al lugar en el que el reo echa las horas

mientras sueña y mi coartada se desmonta.

Al hogar vacío o a su boceto

roto e inconcluso. Allí vuelvo,

al lugar en el que la culpa me abriga,

donde me espera la nevera vacía,

correo a tu nombre en el buzón

y esta canción.

No digas que todo era mentira

¿Qué fue entonces toda esta ceniza

que cubre los muebles,

que hoy esparce el viento,

y quema mis pulmones cuando vuelvo?

No digas que todo era una farsa,

¿de dónde salieron los fantasmas

que habitan la casa,

que lloran y abrazan

el olor de tu sombra?

martes, 23 de marzo de 2010

Volveremos

Hubo un tiempo en el que el futuro era niebla y la vida un proyecto aplazado. La felicidad, o aquello que debía ser la felicidad, no transitaba por el camino marcado para el común de los mortales como vía obligatoria de circulación. Éramos radiantes y eternos y el mundo, arcilla en la que hundir nuestras manos bajo un cielo color caramelo. Era la historia un dragón vivo y luminoso que esperaba impaciente para llevarnos sobre su lomo a esa edad adulta en la que recibiríamos dichosos la recompensa de la lucha y el trabajo. Un tiempo en que cada día era un frente, y el amor arañaba nuestro pecho con su garra implacable de tigre enojado, dejando al descubierto nuestras tripas enredadas en ramas de rosas y espinas. Cada pena, era la última, la definitiva, por ser la primera. Todo estaba por hacer.

El tiempo dulcifica el recuerdo. Y la infancia o la juventud pasa a ser un mito adorado en el altar de esta madurez compleja y algo infantil. Sí. Pero detrás del mito, siempre hay un trozo de verdad que brilla junto al oropel.

Siempre creímos mi hermano Daniel y yo, que crecer no debiera conllevar una renuncia. Y así mismo en esta canción escribimos una letra donde prometemos regresar a los días de incandescencia y lucha. Aunque el tabaco y los años nos haya encogido algo el pecho y cueste más subir la cuesta que lleva hasta ese sueño compartido.

Es cierto. El futuro no era esto. Pero aún queda todo por hacer. Se cayeron mis alas y yo no me rendí. Porque la edad no conlleva la capitulación, porque crecer no es tan malo y porque a menudo los terribles ojos de una muchacha, la risa inquieta de un niño o un brindis al calor de una barra de bar entre amigos nos recuerda que estamos vivos.

No quiero conjugar siempre la utopía en futuro, como una eterna promesa pendiente. Quiero que sea certeza. Y desde ahí canto está canción. Cuando digo volveremos quiero decir que estamos de nuevo a tu lado, para poner flores en tu pelo, para tapar la calle. Perdona que hoy sea más breve. Pero en seguida vuelvo. Casi puedo abrazarte. Estoy a unos pasos. A la orilla de tu sombra.

* * *

Hacía tiempo que mi hermano Daniel y yo no colaborábamos en una letra. Aquí les dejo un fragmento de la canción “Volveremos”.

Sólo queda una canción. Cuento las horas y camino por la casa de un lado para otro como un animal enjaulado. Abrazos y gracias por todo.



martes, 16 de marzo de 2010

No reconozco


Tienen los espejos ese poder hipnótico que nos paraliza dejándonos absortos frente a nuestro reflejo. Quizá en ese empeño por reconocer en la imagen que nos devuelve al tipo que convive con nosotros, que comparte los perjuicios de nuestras decisiones, la recompensa de nuestros aciertos.

Ya en “Vértigo” hablaba de su terca sinceridad: mirarse en él y esperar reconocerse es una obsesión recurrente en mis canciones y en mis quehaceres. Y quizá por eso dan miedo (en otra canción hablo de terror que a veces producen junto con los viejos álbumes de fotos) o producen un cierto sentimiento de condescendencia.

Su poder de atracción no responde sólo a la vanidad que reside en todos. Es que encierran un misterio en el que algunos quisieron ver una puerta a una dimensión diferente, a un mundo distorsionado, chirriante y maravilloso en la que los conejos blancos corren por no llegar tarde a sus citas y los sombrereros locos celebran su no cumpleaños.

Esta canción surge de esta idea. En uno de esos centros comerciales en los que las escaleras mecánicas nos empujan a los cielos del consumo y el dos por uno, como un autómata embarcado en una cinta transportadora de una cadena de montaje surrealista, me descubro mirándome en el espejo que había al lado, encontrando en él el reflejo de un tipo que me acompaña en la subida y que pretende ser yo. Miro a mi alrededor y contemplo a mis compañeros de escalera en situación similar.

A veces nuestra propia vida parece ser el reflejo mismo, y no la realidad propietaria del modelo original cuya luz rebota en el espejo. Y los días parecen ser esa imagen distorsionada, un viejo teatro, amarillo y cuarteado, un lugar gris al que le han robado noches de marzo y en el que el color de nuestra risa adquiere tonos sepia.

En definitiva, a veces uno no se reconoce en el espejo. Quizá por eso es necesario acordarse de vivir, recordar que uno merece otra instantánea congelada en la superficie pulida del cristal que copia nuestro gesto. Porque somos otros. Mejores, radiantes, como ciertas mañanas soleadas, eternos, como el abrazo que mañana habré de dar cuando me marche y estalle una supernova en nuestro pecho.

Y en eso hemos estado estos largos meses. Tallando las canciones en la madera digital de una computadora que devuelve el reflejo de aquello que fui. Y ahí sí me reconozco. En este nuevo manojo de sueños, en estas nuevas quince canciones.
Hemos terminado el disco. Bueno, al menos la primera fase, porque un disco sólo se termina cuando las canciones se interpretan sobre un escenario.

Y lo confieso: estoy acojonado. Como tantas otras veces.

Fue la radiación de fondo descubierta explorando el cosmos la que a sesudos astrónomos les hizo confirmar que el principio de todo fue una gran explosión. Es una radiación de microondas que queda como energía remanente de aquel Big Bang que dio lugar a todo. Quizá este miedo sea parte de esa radiación de fondo. Quizá sea resultado de esa explosión que originó las canciones, resultado de la vida que, como un arado, llenó de surcos mi pecho en los que crecieron estas melodías. Dijimos alguna vez que estar vivo es algo así como estar asustado. Pero vivir es también torcerle el brazo a ese miedo. Afrontar la mirada impertinente del reflejo y encajar sus golpes con determinación. Porque la vida no es sólo eso. Encajar golpes, digo. Es mirar al futuro con esperanza. Y, de vez en cuando, ser feliz, qué diablos. Y ese es mi propósito.

La esperanza también forma parte de esa radiación de fondo. Porque es lo que inevitablemente me empuja a seguir cantando. Ahora es el momento de volver a empezar. Y crecer, como el universo tras el Big Bang, y nadar en tu nebulosa hasta caer rendido, y pilotar esa estrella fugaz que me ha de llevar al corazón de tu galaxia espiral, allá donde todo gira, como un tiovivo, como tu risa imparable.

Tengo miedo. Estoy vivo. Y aún queda todo por hacer. Manos a la obra.


No reconozco

No reconozco a ese tipo que mira asustado
desde el espejo de las escaleras mecánicas.
Allá donde todos miran buscando, qué se yo,
tal vez una sumergida Atlántida,
o un mechón rebelde,
algo perdido entre los recuerdos o los dientes.
Será simplemente que no estás a mi lado.

Salgo a la calle después de comprar viejos discos
que me recuerden, como no, a ti.
La distancia y el amor tienen esa costumbre
de mezclar el placer con las ganas de sufrir.
Salgo a la calle y enciendo un cigarro
-no pude dejarlo, ya sabes-
pensando que tal vez el humo se ha de llevar
mis plegarias hasta ti.

Ya ves que la vida tiene el mal gusto
de seguir su curso sin contar conmigo.
Todo parece un decorado triste y obsceno
porque no estás tú.

Ya ves que el mundo no tiene la delicadeza
de pedir perdón por echarnos a un lado
de malas maneras para seguir su camino.
Todo parece un teatro mal interpretado,
amarillo, cuarteado
porque no estás tú,
porque no están todas las noches de marzo
que yo te he robado nadando en un tu ropa,
todos lo demonios buenos,
todos los deseos
naciendo en tu boca.


Luchando con las arañas grises del olvido
como el hombre menguante en un inmenso Madrid,
busco mi coche perdido. Lo encuentro hundiéndose
como el vapor que abandonó lord Jim.
Y por casualidad paso por la calle que te vio llorar.
Trampas tiene la ciudad y ¿quién quiere escapar?

Llego a mi casa cansado, vencido y Penélope -es lista-
esta vez tampoco me esperó.
Pongo la tele; pongo la colada y nada
me hace escapar de tu recuerdo, del dolor.
Siento que muero y fuera en la calle ni París ni aguaceros.
Será el invierno, la gripe, el momento
o que no estás a mi lado.

Pero, aunque la vida tenga el mal gusto
de seguir su curso sin contar contigo,
yo se que un día será soleado y tranquilo
porque estarás tú.

Aunque el planeta no tenga la delicadeza
de pedir perdón por echarnos a un lado
de malas maneras para seguir su camino,
yo sé que un día todo será diferente,
feliz simplemente,
porque estarás tú,
porque estarán todas las noches de marzo
que yo te he robado frente a tu portal,
todas las nuevas promesas
que escriben la senda a Nunca Jamás,
todos los sueños y el tacto
leve de tus manos buscando en mi ropa,
todos los demonios buenos,
todos los deseos naciendo en tu boca

martes, 9 de marzo de 2010

Podría ser. Videoclip.



La crisis, implacable, castiga a los que menos responsabilidad tienen en su creación: la gente trabajadora. Hombre y mujeres, que son excluidos del mercado laboral y que luchan cotidianamente por su reincorporación al mismo. La Declaración Universal de los Derechos Humanos dice en su artículo 23:

1.Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.

A la manera de los clásicos cantautores norteamericanos (los viejos storytellers) intenté retratar la épica de un hombre (bien pudiera ser una mujer) que lucha por algo tan elemental como debiera ser un trabajo que le permita, tal y como reconoce como derecho la Declaración Universal aprobada por la ONU en 1948, una existencia conforme a la dignidad humana.

Esta es la historia de hombres y mujeres que buscan su lugar en el mundo, que reclaman el respeto y reconocimiento de una sociedad que ha de saber ver en ellos el potencial que por su simple condición de seres humanos encierran en su interior. Hombres y mujeres que dejan un trozo de corazón en cada currículum entregado en la búsqueda de una oportunidad. Su búsqueda no ha de ser una súplica, porque su acceso a la vida laboral es el cumplimiento de un derecho del que se es propietario por naturaleza.

El afecto más cercano rescata del desconsuelo a tanta gente que se ve en tan penosa situación. Es en las pequeñas cosas en las que uno encuentra esa poesía que no siempre somos capaces de ver, son los pequeños sueños el andamio sobre el que trepamos para rehabilitar la imagen de lo que podemos ser, para reconstruir la estima que estos días de caos controlado, de expedientes de regulación, de frío y humo tratan de arrebatarnos. La realidad no termina donde lo hace este espejismo cuya fachada se resquebraja. La realidad termina donde lo hacen nuestros sueños.

Somos la brasa que palpita en el rescoldo, que se niega terca a apagarse. Tu canto, tu soplo reanima la llama y nos recuerda lo qué es vivir.

* * *

El día 6 de abril en España, el 8 de abril en Argentina verá la luz mi próximo disco, Acuérdate de vivir. La canción “Podría ser” es un adelanto de una las 15 canciones que contendrá este trabajo. El vídeo ha sido realizado por el director Juan Pablo Martínez, al que desde aquí le doy infinitas gracias por su esfuerzo y complicidad. La figura plateada del dobro que vibra en la canción, trata de iluminar la búsqueda por parte de su protagonista del reconocimiento de su dignidad como ser humano. Sólo sueña con ser jardinero en Marte, médico de flores, explorador de abismos, cartero de Pablo Neruda, recolector de gotas de rocío. Sólo quiere ser hombre al fin y al cabo.



Podría ser


Contando monedas para comprar cigarros,

regreso a mi casa, sumando derrotas.

Vuelvo sin excusas, sin paz ni trabajo,

y a nuestro futuro le arrancan las horas.

Y en casa me espera

mi razón de vida,

el calor de hogar.

Llevo la vergüenza,

las manos vacías,

la precariedad.

Ella sonreirá, "saldremos adelante".

A pesar del tiempo sigue siendo bella.

La miro y recuerdo. No siempre los planes

salen como sueñas, eternas promesas.

Estoy cansado

de tropezar siempre,

del “ya le llamaremos”.

Quizá mañana

cambien nuestra suerte

y acabe este invierno.

Podría ser jardinero en Marte,

médico de flores, poeta ambulante

deshollinador volando en tejados,

probador de espejos, o pirata honrado.

Quisiera ser hombre al fin al cabo.

Podría ser quizá delineante

de columpios rojos, un gran nigromante,

un cantor de nanas, quizás buhonero,

y vender palomas, pócimas y ungüentos.

Pensándolo bien, me conformo con menos.

Enchufo la radio, no habla de nosotros.

La luz de la aurora se vierte en la acera.

Ella me da un beso, yo me hundo en sus ojos.

"Suerte" me susurra y cruzo la puerta.

Fuera quizá encuentre

por fin la respuesta

o mi exculpación.

Llueve mientras sueño,

quizá cuando vuelva

haya salido el sol

Podría ser cartero de Neruda,

pescador de estrellas, navegando en la luna,

piloto de cometas, explorador de abismos,

quizá recolector de gotas de rocío.

Quisiera ser un hombre, es poco lo que pido.

Podría ser quizá delineante

de columpios rojos, un gran nigromante,

un cantor de nanas, quizás buhonero,

y vender palomas, pócimas y ungüentos.

Pensándolo bien, me conformo con menos.

Podría ser jardinero en Marte,

médico de flores, poeta ambulante

deshollinador volando en tejados,

probador de espejos, o pirata honrado.

Quisiera ser hombre al fin al cabo.

jueves, 4 de marzo de 2010

Mi querido Chile

Hoy no es miércoles. Me acuerdo de Chile.

Mi querido Chile, hoy que eres herida recibe el canto, aunque su destino y el deber terrestre del poeta debieran ser, decía Neruda, propagar la alegría, recibe el canto, digo, triste al verte desgarrada. Recibo noticias de algunos amigos. Por suerte, están bien. Pero también observo como la voraz garganta del planeta devora pueblos y costas y pienso en lo lejos que queda todo cuando la realidad te hiere.

Mi querido Chile, tú que me señalaste la estela de un cometa, allí donde me quemaron tus luces.

A veces no sé que decir. Miro preocupado tu rostro cansado y te mando abrazos transoceánicos.

Ha cambiado la inclinación del eje del planeta, dicen los diarios. Los días tendrán menos horas. Ha crecido la noche, ha ensombrecido su figura el tiempo, al ver tu cara manchada y herida por la tierra.

Ánimo, Chile, en estos días difíciles.

martes, 2 de marzo de 2010

El hueco en el que anido.

Ahora que se acerca el día en el que la memoria y la falta de sueño alumbrarán nuevas canciones, ahora que los nervios repiten en mi frente las melodías que una aguja ha acariciado con monotonía pluvial en el disco duro de mi computadora y ando de un lado para otro lleno de incertidumbre desgastando las baldosas de la cocina, ahora sólo queda esperar.

No quiero que me ames con la furia de los ciclones, ni que mi sombra baile mecida por la llama incandescente de tu delirio. No quiero ser el espejismo que delata tus carencias. No quiero tu cautiverio de rosas . Sólo quiero que me acompañes durante un rato para escuchar el latir de los días.

No quiero que me odies, ni el ejercicio rutinario de tu rencor calmado, aunque mis canciones evidencien mis faltas y el miedo o el descuido desmagnetice las agujas y parezca un niño sabiondo unas veces y perdido muchas más. No lo merezco. Preferiría ser la infusión que calma tus noches de ardores y desvelos, la conversación tranquila en la barra del bar mientras la primavera abre los cielos y el pecho de los que perdieron el ánimo y el trabajo. Vendrán mejores días, me dices mientras tu risa arrastra la espuma de la cerveza que viaja hasta tus labios.

No pretendo remover conciencias. Sería hermoso pero no brillo con tanto ardor. No quiero portar la llama de exégetas que declaman con la mirada perdida en un horizonte de remolinos y explosiones mientras arde el palacio de invierno. Quizá sí, hacerte saber que no estás solo/a cuando el periódico te asalta cada mañana arrancándote interrogantes, cuando maldices, triste y airado/a, la maquinaria implacable que reparte el hambre y los perjuicios y a sus engrasadores, cuando sueñas mundos mejores, cuando te abriga la esperanza o el canto solidario, la certeza de que el mundo será más justo, la felicidad y el bienestar, mejor repartidos.

No quiero acomodarme en la retórica del fracaso. Cierto es que hay una dignidad que el vencedor nunca podrá conocer, pero me cansa que siempre pierdan los mismos y quiero verte celebrar una victoria tranquila, aunque sólo sea una, seguramente una de las primeras batallas ganadas que han de traer el olor a tierra mojada, el viernes, el verano, el recreo en el colegio, el rugir de las amapolas titilando en el campo de trigo, a este ir y venir rutilante, a esta ciudad de rugidos, zarpazos y miserias.

No quiero acomodarme en la retórica de la autocomplacencia. Envolverme en amianto, mirar desde la vidriera cómoda de mis privilegios una vida lejana, la nevera llena, los planes cumplidos, mientras el narcótico televisor alumbra mi habitación con el espectáculo de una realidad violenta por malherida. No quiero tanto. Me conformo con algunas cosas, no pocas: aprender qué supone vivir, tapar la calle, cambiar el mundo, recordar que cantar es bálsamo, reconocerme en el espejo, brindar con mis amigos, ganar alguna vez al mus o al truco, llorar a tu lado si es preciso, pelear contra los fantasmas del olvido, encontrar el secreto de las cosas más pequeñas, caminar a tu lado.

Por eso te miro, compañero, compañera, a veces sin que te des cuenta, y contemplo la cadencia de tus pasos como quien mide unos versos o memoriza una canción. Para tararearte cuando estés lejos, para no olvidarme del hueco en el que anido, porque así recuerdo qué es vivir.

* * *

El próximo miércoles 10 de marzo estrenaremos un adelanto del futuro disco “Acuérdate de vivir” con videoclip incluido, de forma que podrás escuchar íntegramente una de las 15 canciones que formarán parte de este nuevo trabajo. Empieza la cuenta atrás. Gracias a todos por estar cerca.

De momento aquí va un pequeño fragmento de otra canción.


El hueco en el que anido

Se quema la tarde mientras yo te miro sin que te des cuenta.

Y exhala tu pena un perfume muy dulce y se congela el sueño.

Se apagan los cuerpos, miras la ventana con aire ausente

como quien mira alumbrada por la luz del ocaso a un niño que duerme.

Tus ojos se tiñen con el viejo color de la infancia,

nostalgia del tiempo en que todo tenía respuesta,

en que era más largo el verano, y más pequeño tu mundo

y unos pasos seguían siempre de cerca a los tuyos.

Y yo te diría, no sé,

que las cosas van a marchar bien,

te mostraría el futuro, la borra del café,

con ángeles y estrellas,

noches, milongas

e historias, ¿recuerdas?, que hablan

de viejos amantes que crecen,

que dudan, que esperan

su turno mientras anochece

y el mundo se enferma.

martes, 23 de febrero de 2010

Tu susurro

En este caso el oxímoron era cierto: el susurro era atronador. Y atravesaba las paredes, se colaba por debajo de la puerta, junto con las cuchillas de luz que atravesaban las persianas y una vez dentro de la casa, la revolvía de arriba abajo. Se colaba entre la ropa tendida, bajo la cama removiendo las pelusas, abriendo las ventanas, los cajones de la cocina y mi corazón.

A veces una palabra dicha a media voz puede sonar demoledora. Ciertos susurros pueden resultar armas de destrucción masiva que asolan los ánimos y nuestros planes.

Una declaración de amor hecha con voz queda atraviesa nuestro pecho como una ráfaga de viento fresco en verano.

El insulto susurrado se clava en nuestras sienes llenando nuestros pulmones de aceite hirviendo.

Galileo, condenado, murmura con resignación iracunda “E pur si muove” después de abjurar ante la Iglesia. Le quitarán su dignidad pero no la razón, que quedará congelada en su susurro helado.

Damien Rice canta una hermosa canción titulada “The blower’s daughter”, en la que confesará: I can´t take my mind of you (No puedo quitarte de mi mente). Y lo repetirá cansinamente, con tono remiso: I can't take my mind...My mind...my mind... Hasta finalmente susurrar, casi más como un deseo desesperado, como una última suplica, que como la constatación de un hecho: 'Til I find somebody new (Hasta que encuentre a alguien de nuevo). Es esa mentira susurrada, quizá, lo que más hiere de la bella canción.

La probablemente mejor película de la historia del cine gira en torno al último susurro exhalado por el poderoso ciudadano Kane: Rosebud. Quizá el último recuerdo feliz de aquella patria perdida que es la infancia que el protagonista observa desde el exilio en los últimos momentos de su vida.

El susurro del mar, de la lluvia sobre el tejado, meciéndonos como un canto materno que nos salva de la ruina, de las prisas, de la diástole taquicárdica de la ciudad que nos empuja en el torrente de vida atropellada que son estos días.

La vida a menudo parece un simulacro de realidad hasta que un susurro echa abajo las paredes de nuestra habitación, un susurro suspendido como un fantasma en el mensaje del contestador, un susurro que, como la gota de angostura, colorea y sazona el licor que bebemos cuando todo está en calma, haciendo repaso de lo vivido y de lo hallado, en la cocina quizá, con el frigorífico ronroneando como un gato perezoso, nuestro abrigo empapado goteando aún sobre una silla, la imagen de una despedida reciente arañándonos la pupila. Entonces ese leve sorbo nos recuerda que vivir era otra cosa y, decididos, hacemos repaso de las declaraciones de amor pendientes.

(Emulando al bueno de Blades, salseando a mi manera, entre el guaguancó y la canción de autor quisimos que sonara esta canción, esta historia de un amor a primer oído).


martes, 16 de febrero de 2010

Preguntas

2010


El periodista vigila al entrevistado y le pregunta por su compromiso político. El cantante se pone solemne, es una tendencia suya que no puede evitar, y le habla de cosas como el sentido común y las emociones que inevitablemente surgen ante la visión de un mundo desigual. ¿Cómo permanecer impasible ante la lucha y la tragedia ajena?, se pregunta retóricamente el músico con la mirada perdida en el horizonte, así como en la foto del Che tomada por Korda. Pero ni Korda observa tras la lente al entrevistado, ni el entrevistado es el Che. El periodista toma nota, y nos parece entrever una media sonrisa mientras escribe, y el cantante se siente como si se tratara de una entrevista de trabajo, o un examen oral: un interrogatorio con trampa. El reportero sigue preguntando con cierta suspicacia, como el tipo que mira al mago empeñado en descubrir el truco, y, entonces, opina, aunque lo niegue, al preguntar si la canción de autor es en estos tiempos un anacronismo.



1939


Woody Guthrie tararea un boceto de canción que desde hace algún tiempo le ronda por la cabeza. Está esperando en su casa a un tipo que quiere entrevistarle, un folklorista que parece interesado por su trabajo. Woody tiene muchas cosas que decir, a los ventisiete años ya es viejo. Para ser joven de mayor hay que ser viejo de joven. En la radio suena por enésima vez “God Bless America”. Esa no es la tierra que él ha conocido en sus viajes. Él, que ha recorrido en tren gran parte de ese país que ahora bendice la voz nasal de la radio, ha visto el destierro en su propio país al que son sometidos muchos de sus compatriotas, ha conocido la realidad de hambre, trabajadores en huelga y campos alambrados. Woody está pensando en parar un poco y marcharse a Nueva York. Le vendría bien un cambio de aires. La voz del presentador interrumpe la melodía para dar paso a importantes noticias. Los tanques alemanes entran en Polonia. Guthrie agarra la guitarra y escribe en ella con pulso firme: “Esta máquina mata fascistas”. Suena la puerta de casa. Debe de ser su entrevistador que llega puntual a la cita.



2010


¿Anacronismo? Joder, el músico no sabe que decir. Es como preguntar si es un anacronismo la poesía o cualquier género literario. El músico intenta explicar, como puede, ciertas obviedades, intenta ser ocurrente, pero, como suele suceder, no puede evitar dar las respuestas conocidas. Sabe el artista que en cuanto el periodista salga por la puerta vendrán a su cabeza mil frases geniales, imbatibles argumentos con los que el periodista, seguro, hubiera asentido profundamente con la cabeza mientras anotaba entusiasmado el maravilloso titular con que habría encabezado la maravillosa entrevista.



1970


Victor Jara devora los periódicos y llora la tragedia de Vietnam. Prepara las maletas para marchar a Berlín, le han invitado para participar en la Conversación Internacional de Teatro que se celebra allí. El año está siendo agotador entre la campaña para la Unidad Popular y compromisos como este que le alejarán de los suyos durante unos días. Apenas tiene algo de tiempo para revisar con calma las canciones pendientes. Vivir en paz es un derecho inviolable para todo ser humano, piensa mientras lee el diario. Si Allende gana en Chile quizá nos ganemos ese derecho piensa sonriendo. Aún queda mucho por hacer. La maleta aún no está cerrada. Puede esperar un poco. Victor agarra papel y lapiz y esboza unos versos.



2010


No. Está claro que los frentes no están tan claros como antes pero indudablemente hay preguntas que quedan en el aire. Y sobre todo gente que legítimamente se cuestiona un modelo de sociedad, económico, de convivencia que no da respuestas urgentes a las necesidades reales de la mayor parte de los seres humanos. El músico se atreve a indignarse. ¿Pero este tipo no lee los periódicos? ¿No quedan causas por las que luchar? ¿Estamos locos?


1975

¡Lluis Llach en el Palau! ¡Cómo lo oyes! Después de años de ausencia y exilio, Llach vuelve a Barcelona. Yo me voy pitando a casa que he quedado allí con los colegas para ver si alguien tiene más información. Está claro que las cosas están cambiando. Oye, si no vas para allá, nos vemos mañana en clase. Al viejo le quedan dos telediarios, esto va a ser diferente. Ya verás. Yo también te quiero.


2010


¿Nostálgico? El periodista matiza la pregunta. La suaviza digamos, porque puede resultar insultante. Al artista se lo parece. Ya se sabe, es un tipo susceptible y vanidoso, por algo se sube a los scenarios.


No. No soy nostálgico. Tengo memoria. Que es una herramienta de futuro imprescindible. Y tengo memoria porque creo en el futuro, y puesto que creo en él, he de procurar no repetir errores. Y por eso tengo memoria. Y porque es nuestro último patrimonio, porque cuando lo has perdido todo, es lo único que nadie te puede arrebatar. Es una herramienta... El cantante se enreda y se repite. El periodista también.



2010


En un pequeño teatro de Buenos aires, en un café de Santiago de Chile, en una peña en México DF, en cualquier bar de Madrid, un muchacho, casi un adolescente, se sube a un escenario por primera vez. Cantará algunas de sus canciones y entre ellas caerá alguna de Silvio, de Sabina. Mira al mundo curiosidad y ama con desordenada urgencia. El muchacho canta, brilla y, unas veces dulce, otras enojado, retrata una realidad a veces golpeada, otras radiante y esperanzadora. Así, sus canciones iluminan el rostro de los que con calma beben la noche con sorbos largos y tranquilos. El mundo se detiene en la voz del muchacho que se cuela por entre los que sueñan despiertos, recorre toda la sala hasta salir a la calle abriendo las puertas con estruendo de batir de olas. Una brisa recorre toda la ciudad, Buenos Aires, Santiago, México DF, Madrid. Un vendaval que hace que todas las palomas echen a volar, que hace que recuperemos un recuerdo que esperaba dormido en el ultimo cajón de la mesilla: así que esto es vivir. Acuérdate de vivir.



Epílogo


2010


El periodista se despide con una gran sonrisa. Promete luchar por darle a la entrevista el mejor espacio posible dentro de la publiación para la que trabaja. Sin duda interesará a los lectores.


Queda un regusto amargo tras la entrevista. Supo explicarle el por qué de su compromiso con la realidad, el por qué de la urgencia en la denuncia, cómo finalmente las canciones hablan de sentimientos, y ¿acaso no han de producirse a raudales cuando uno mira el telediario y contempla horrorizado tanta derrota, tanta injusticia? Explicó claramente por qué a veces uno frunce el ceño, pero quedó la extraña sensación de que a veces uno hace menos de lo que podría y ofrece finalmente sólo maldiciones


* * *

Perdonen la extensión de la entrada. Ya saben que no sé sintetizar. Otra canción de Acuérdate de vivir.


Preguntas

Letra y música: Ismael Serrano


Maldigo y preguntas

por qué frunzo el ceño,

por qué las auroras

me dejan el pecho

lleno de agujeros.

Quizá sea la noche abriéndose

como una terrible flor.

Quizá sea el maldito telediario,

o una mujer sin su voz

a la que acorrala el miedo,

el silencio atronador,

un febril planeta

entre fuegos y tormentas,

un niño cortando palma

en una oscura selva,

la cola del paro, el fin de mes,

tu ausencia, todo lo que no haré

Maldigo, y me dices

basta de lamentos.

Disculpa te digo

quizá sea el sueño,

la falta de sueños.

Será que la casa, sin ella,

no es una casa, es un erial,

y mi voz sin su voz,

arañazo en el cristal,

o la carta de un hombre

que echa de menos su hogar.

Quizá alguna despedida,

los recuerdos, sus heridas,

Gaza golpeada,

humo y llanto en sus cenizas

Será el mundo alumbrando horrores

y yo sólo ofrezco maldiciones.