miércoles, 28 de julio de 2010

Luna en Leo


A todo el equipo de rodaje de la película "Luna en Leo":

Querido amigos:

El tiempo a veces te regala flores en un invierno frío y te dibuja la sonrisa en la cara. Queda esa flor prendida en la solapa de la memoria, para revisarla en los momentos difíciles, aquellos en los que te sientes viejo y perdido. Descubres entonces que fuiste feliz, y que te obsequiaron con el privilegio de asistir al nacimiento de galaxias, supernovas luminosas que iluminaran otros rostros, no tan diferentes de los nuestros. Rostros en los que se adivinará el asombro de un niño pequeño, la calma cándida de quien aplaza el futuro y los desastres, conmovido por las aventuras que alguien imaginó, como en la película que ahora nos convoca.

Sois mis héroes, querido compañeros. El cine independiente tiene en su cotidianeidad una épica ejemplar de la que no puedes más que aprender lo de sobra conocido: la vida es de los valientes, vivir es no renunciar a los sueños, asumir riesgos, militar en las pasiones. Así que gracias. Gracias por tanto, por ser tan pacientes y profesionales con este amateur al que invitasteis a vuestra casa a disfrutar de la fiesta que ha de ser toda creación, cada rodaje.

Soy un privilegiado. Cómo explicar cuánto moviliza en mí hacer esta película... Imaginad que siendo un extraño, abro una puerta y os encuentro a todos, profesionales del cine, y yo anonadado paseo por vuestro museo de las maravillas encontradas en los viajes a otro mundo, me hacéis un sitio en vuestra mesa y compartimos milanesa, guiones, frío, cigarros y sueños. Cómo si fuera de los vuestros, como si por un momento fuera yo también el héroe que, inquebrantable, combate a los dragones del tedio y se propone abrir ventanas a otros planetas, en otras constelaciones, en otros universos.

Se acaba el rodaje y he sido feliz. Os echaré de menos. Es imposible nombrar a todos, pero permitidme que deje algunos agradecimientos particulares.

Gracias, Juan Pablo Martínez, porque gracias a ti amé a una mujer que, de todas las ventanas de Buenos Aires, justo fue a pasar frente a la mía, viajé al pasado, y conduje junto al hermoso fantasma de una autoestopista hacía el sur, allá donde comienza todo. En esta ocasión fui Leo y encontré a Luna, suspendida en la noche infinita de mis dudas, mis anhelos y mis sueños, sonriéndome incrédula ante la simplicidad arrebatadora de mis argumentos. Y es que el amor, a veces, es simple y no siempre entiende que hay batallas que es mejor postergarlas.
Gracias Juan P por ser mi amigo, mi confidente y mi maestro.

Gracias a Jimena Ruiz Echazú, porque sin ella el guión hubiera sido imposible, o cuanto menos increíble, porque dejó su huella en los interrogantes con que Luna ilumina a Leo. Porque supo aconsejarnos cuando a veces los astros tiritaban. Fue una suerte encontrarte.

Gracias a Carla Pandolfi, Luna creciente, por su paciencia conmigo, por su imprudencia, la que la llevó a compartir cartel conmigo, por su arrebatadora presencia, siempre haciendo temblar mis temores, más que el frío de este invierno inmisericorde. Por ser mi amiga, por ser bella e inteligente y ser capaz de pegarme una paliza, por su talento, porque las cosas van a ir bien. No puede ser de otra forma.

Gracias a todos, por tantas cosas que serían imposible de enumerar entre estas líneas sinceras y emocionadas. Tristes también, porque os voy a echar jodidamente de menos.


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lunes, 19 de julio de 2010

Lluvia porteña

Hoy me deshago como esta lluvia porteña. Y me adhiero a las cosas con el cariño incómodo de la humedad que viaja contigo sobre la espalda de tu abrigo, caminando por la calle de vuelta de casa. Me sumo a las gotas vaporosas que viajan en la ventanilla del taxi que soporta el atasco de las seis. Y me atraviesa, desde unos ojos limpios, el rayo de tu mirada dibujando un prisma multicolor sobre la calle abarrotada.

Hoy soy lluvia, camino del rodaje y llego tarde. Soy lluvia que queda prendida como escarcha en tu pelo, como estrellas minúsculas y azules alrededor de las cuales orbitan tus sueños, tus fracasos, la duda de emprender un viaje, el impulso arrancado desde la entrañas, todo aquello que no recogen horóscopos ni planes. Soy la lluvia que envuelve tus pasos con prisa -porque es lluvia sin clemencia-, que arropa tu figura soñadora mientras piensas que hacer para la cena, quizá empanadas, cualquier cosa, y el mundo se deshace como yo, en una garúa implacable, agotadora.

Me deshago en el aguacero que empapa los kioscos, las noticias del diario que celebran los nuevos casamientos- ya era hora-, el cartel de mujeres imposibles anunciando mentiras e infinitos, el vaho de un cristal del colectivo donde escriben iniciales los amantes, los árboles del parque somnolientos, tu sonrisa amasada en cada viaje, de tu casa al trabajo y de ahí, hasta unas manos, una boca que te encuentra en las costuras de una vida luminosa y maltratada.

Por más que el paraguas te resguarda, vigilo tus pasos suspendido en el viento polar que besa tu nuca, allí, en las rendijas de tu ropa, donde tu piel, luna creciente, brilla como lengua de glaciares, alumbrando la tarde de borrascas.

Pero el viento es caprichoso y a veces lleva, con la terquedad metereológica del invierno, la lluvia hasta otra parte. Y yo, que me deshago en el chubasco, soy arrancado de tus pasos, y miro como te alejas, mientras buscas en el bolso alguna cosa, un teléfono que suena, un papel, una horquilla, una estrella de mar o un trozo de cielo, ajena a la lluvia que se marcha. Y tú te vas feliz, al fin y al cabo, pues la tormenta, que soy yo deja el asedio. Y así me muero yo, abandonado, perdido en la quietud de cualquier charco.

* * *

Sigue el rodaje de Luna en Leo, emocionado, agradecido por el trabajo de un equipo maravilloso y valiente que me ayuda recordar que aún estoy vivo. Preparo los conciertos y te espero.

miércoles, 14 de julio de 2010

Invierno

El invierno austral tiene aroma a comienzo y abrazo. El sol centellea sobre los adoquines de San Telmo y yo paseo a tu lado recordando el verano que ilumina tu risa. A pesar del frío Buenos Aires es amable y miro las luces que brillan en las ventanas imaginándome las vidas que habitan tras ellas, no muy diferentes a las nuestras. La pava calentándose y el rumor de la televisión como un canto de gaviotas en torno al pesquero. El mate está listo.

Soy parte de esta ciudad, que visito con el entusiasmo de un niño en viaje de fin de curso. Y hoy, Buenos Aires, me regala su invierno celeste, mientras el mundo permanece al pairo, luchando por permanecer ileso, tratando de resguardarse de la tormenta, y el horóscopo me augura buen futuro (salud regular) mientras te echo de menos y tú desde el colectivo dibujas en las nubes mapas del tesoro y las cintas rojas en los altares del Gauchito Gil bailan como tu risa en la brisa de este frente polar.

Un muchacho pasa a mi lado, por la peatonal, por Florida, mientras manda besos por el celular y sus pasos trazan un rastro cansado camino del trabajo. Yo pienso en los besos que debo, y en mis pasos, en mi prisa urgente por llegar a tu lado, y en la vida que sería si al salir de la oficina, de la fábrica, de la escuela, no encontrara tu figura alumbrando el umbral de la casa roja que habitamos. En qué sería de mí sin el desorden de tu ropa, perezosa, estirándose en el sofá, sin las luchas cada mañana y el cerrojo que cierra tu sueño como la joya inalcanzable que ha de ser, como tu rostro dormido en el asiento del copiloto cuando, tarde, llegamos al hogar.

Buenos Aires, zarandea mi memoria, y saltan, gaseosos, los recuerdos de un verano que vivimos, transparente, en el que la vida era un instante, abandonado sobre el ovillo de tu remera a los pies de la cama.

Quedan los conciertos. Demonios, qué ganas tengo de cantar. Y la película. Qué nervios. Dibujar otro rostro sobre el mío, siendo intruso en este laberinto, no es tarea fácil. Trataré de estar a la altura de las circunstancias.

Mientras el invierno trae, como te digo, este olor a principio y abrazo, te echo de menos, y el mundo duele menos si miro tu figura adherida a mi sienes, prendida en el recuerdo.

martes, 6 de julio de 2010

Viajo al sur

Una débil brisa se apiada de mi cuerpo cansado mientras escribo estas líneas y recuerdo el verano que no tendré. No será la canícula, aquella que hace brillar las pieles, la que castigue mi marcha por estos días inciertos, si no quizá, en algún momento, la nostalgia por los compañeros y la familia que quedarán lejos del camino que me lleva hasta el sur.

Pero no he de quejarme. Podré encontrarme con viejos amigos, con los que hacer repaso de lo vivido en la ausencia. Saludaré rostros familiares de sonrisa sincera y habrá largas sobremesas para resolver los acertijos pendientes. Celebraremos que aún recordamos lo que es estar vivos. Y no son pocos los planes que me esperan en este viaje que, en breve, me ha de llevar hasta el cono sur latinoamericano.

Al llegar me embarco en un nuevo proyecto cinematográfico. Sólo puedo decir que el título de esta nueva película será Luna en Leo, y que será de nuevo Juan Pablo Martínez quien la dirija. Será intenso y la aurora nos sorprenderá dándole forma a los personajes que, junto con Jimena Ruiz Echazu, ideamos con Juan Pablo en otro arrebato. Y hablaremos del encuentro fugaz, de la mirada cargada de incertidumbre que alumbran los deseos de una pareja que no puede aplazar más el futuro, porque les tocó el tiempo de empezar a rendir cuentas. Que no decaiga, que es comedia.

Y luego el recorrido por Argentina, Chile, Uruguay… De nuevo reunirse con un continente amado, por mi y los míos, en una cita que pretenderá ser celebración, por más que los tiempos sean difíciles y las crisis trate de corromper nuestro carácter. Porque, como bien sabes, no nos rendimos.

Echo la vista atrás y agradezco infinitamente el privilegio que me regala este oficio. Hace ya más de tres meses que empezamos la gira y hemos vivido momentos inolvidables. Gracias a todos los que lo hicieron posible.

El futuro, geografía oculta de la memoria, es resultado de nuestras renuncias y nuestras victorias. Y encontrarse con él es hacer balance de lo vivido, dar con la salida tras el encuentro con el Minotauro. El hilo de Ariadna quizá sean los afectos que, como señales luminosas en la pista de aterrizaje, parpadean obstinados en el recuerdo recordándote lo urgente, lo pendiente, lo inevitable y lo que nos salva. Y son muchos los amigos que tras tantos años de carrera están cerca para festejar la conjunción de nuestras almas y nuestros ánimos.

En definitiva, que tengo unas ganas de terribles de cruzar el océano porque allí fui feliz. Y porque gran parte de mis referencias aún están allí, esperándome, como el dinosaurio de Monterroso, a que despierte cada mañana.

Dejo pendiente terminar la canción que empezamos a grabar en Palestina. Y las visitas a varias ciudades que haremos al regresar en Septiembre para continuar la gira por España.

Ahora me despido del verano y le pido clemencia para que no maltrate a los míos.


Al igual que la dalia,

en verano florecen algunos hombres y mujeres,

como las verbenas en los pueblos dormidos

dibujando palmeras de colores en la noche.

Acuérdate de nosotros, mientras el sol inmisericorde

y la crisis clavan sus agujas en tu espalda

y el mundo tiembla como el estambre de una flor.

Estaremos persiguiendo la cruz del sur,

rastreando cometas, allá donde la gente

sigue soñando y la vida es algo más que miedo

porque, a veces, todo está perdido

y, otras veces, todo por hacer.

Brindaremos con viejos amigos

en un invierno amable y misterioso,

allá donde la pachamama abrió sus fauces,

los glaciares solemnes abrazan aún la tierra

y el campo canta viejas canciones que aquí olvidaron

los hombres y mujeres que miran cansados

el brillar de los relámpagos.

Viajo al sur,

a dar gracias porque la vida es otra al emprender este viaje,

a aprender como se alimenta el fuego

que tirita en el pecho de los que no se rinden.

Y como una luciérnaga, llega tu recuerdo,

pintando los filamentos incandescentes

que marcan las líneas de mis manos,

esas en las que se lee el futuro que seré gracias a tu aliento.

Viajo al sur,

y, como aquellos que trajeron de América

sus dalias a una Europa marchita,

-esa flor que, te dije,

se abre al verano como una oración al cielo-

intentaré traerte retazos de verdad,

historias que alumbrarán nuestras vidas,

como el vino compartido en la taberna,

como las hogueras que saltan hombres y mujeres

al inicio de este verano,

que recuerdo y no tendré,

porque el invierno austral

generoso y providente

besará mi mejilla,

haciendo florecer en mi cara una sonrisa

como una hermosa dalia invernal

prendida en tu cabello.