martes, 26 de enero de 2010

Oxímoron

Apresúrate despacio, amor mío, que la noche no perdonará nuestro retraso ni tu imagen vistiéndose en la penumbra disculpará la prisa.

Vivimos tiempos contradictorios, donde nada escapa al oxímoron. En nuestras propias vidas cotidianas, en la realidad televisada, en el lenguaje de lo políticamente correcto, en nuestras propias conciencias. Combatir la paradoja de los términos opuestos, presentes en todo como realidad rutinaria, como hecho ineludible, requiere un esfuerzo agotador, un empeño tal que a menudo sucumbimos a utilizarlos como descripción cierta e incuestionable del mundo que nos toca vivir.

Tiempos en los que el lenguaje, de forma aberrante, conjuga en la misma frase términos contrarios conviviendo en una expresión que adquiere un nuevo sentido, a menudo escalofriante. Y así, decimos niños soldados siendo palabras antagónicas, o el televisor nos advierte sobre la inexcusable utilidad de ciertos lujos imprescindibles, o nos vemos alertados por emergencias rutinarias que nos convierten en permanentes niños asustados.

Apresúrate despacio, amor mío. Porque apenas nos queda calma en un tiempo en el que morir, cada vez más, forma parte de la vida. Por eso la urgencia de recordar qué es vivir. Porque el espejo revela nuestras contradicciones, y refleja esa sombra antagónica que señalamos con un dedo reprobatorio, pero que nos sigue siempre alargándose cada vez más según se escapa el día, porque es parte de nosotros por más que soñemos ser virtuosos. Palabras enemigas que se convierten en verdad al ser pronunciadas en nuestras bocas. Aunque a veces parezca que sólo se convierten en verdad al ser nombradas entre anuncios publicitarios en informativos que consumimos, usamos y tiramos como el papel que envuelve el caramelo mentolado que llena de espiral aromatizada tu boca.

Puede que sí. Que el mundo sea un oxímoron omnipresente, y nuestras vidas estén llenas de vacíos, de placeres espantosos y dulzuras horrendas como las que las dos buenas hermanas, libertinaje y muerte, ofrecían a Baudelaire.

Pero también puede no ser tan cierto. Y revelar la mentira escondida bajo el oxímoron no sea tan difícil, como no lo era para el niño descubrir que el rey finalmente estaba desnudo, por más que otros cantaran alabanzas a su imaginaria vestimenta. Puede que rescatemos la calma que merece estar vivos, que nos acordemos de vivir.

Cantar a menudo sirve para exorcizar ciertos demonios. Para enfrentarnos a nuestros miedos y a nuestras propias contradicciones. También para hacernos caer en la incoherencia de ciertas conductas que marcan estos tiempos, de ciertas afirmaciones hechas desde la tribuna.

¿Sabes qué? No te apresures despacio. Sosiégate con premura. Tenemos toda la vida. Abramos una botella de vino y nombremos a las cosas por su nombre. Observemos como cae la nieve sobre la calle con monotonía animal, cuéntame de nuevo la historia de tu vida, de tu barrio al sur del mundo , mientras fuera, en la terraza, este invierno vuelve a helar el jazmín. Seguro que disculpan nuestro retraso. En tu piel está escrita nuestra agenda de deberes, el recordatorio de lo pendiente, en cada poro encontraremos un sortilegio nemotécnico que nos ayudará a recordar que era vivir.

* * *

Y aquí va la letra de la canción que suena en 6 por 8 a la manera del viejo Leonard Cohen, tan joven y tan viejo, clarividente y arruinado, cantándole a la noche eterna, inmortal como su voz vigorosamente cansada.

Oxímoron

Apresúrate despacio, amor mío, que la noche

reclama nuestra presencia. Es la calma y sus acordes

hoy el lujo imprescindible que nos arrebata el mundo,

los recuerdos olvidados, música callada de estos días de luto.

Apresúrate despacio, que estos días no te esperan,

que este eterno presente no les mostrará clemencia

para aquellos que, realistas, han pedido lo imposible,

para nuestras simples complicaciones, para nuestras cicatrices.

Puede que sí, que morir sea parte de la vida.

Hoy más que nunca, el planeta y sus mentiras.

Lluvia que quema, gente que espera, niños soldado,

muertos vivientes en la fiesta del club de los solitarios.

Puede que sí, que la historia del futuro, la del mañana

se escriba sin estrellas, nueva y mejorada.

Luces oscuras, emergencias rutinarias, armas inteligentes,

caos controlado, noticias del diario, hoy es siempre.

Apresúrate despacio, que hoy me encontré perdido.

Hoy he de romper el tedio, su pacto sin compromiso.

Hoy creo estar seguro de poder sobrevivir a esta muerte,

de romper esta cadena que me abraza, de una tregua permanente

Puede que sí, que morir sea parte de la vida.

Hoy más que nunca, el planeta y sus mentiras.

Lluvia que quema, gente que espera, niños soldado,

muertos vivientes en la fiesta del club de los solitarios.

Puede que sí, que la historia del futuro, la del mañana

se escriba sin estrellas, nueva y mejorada.

Luces oscuras, emergencias rutinarias, armas inteligentes,

caos controlado, noticias del diario, hoy es siempre.

lunes, 18 de enero de 2010

Se ha enredado en tu cabello (chacarera)

El folclore latinoamericano es un ser vivo, viejo como la pachamama en la que clava sus raíces, que crece, devora nuevos géneros y los incorpora a su anatomía de gigante multicolor, evolucionando en las voces de jóvenes músicos y compositores que renuevan sin complejos el canto popular del continente. Viajar por Latinoamérica, como lo he hecho, me ha permitido disfrutar del privilegio que supone conocer esta música y aprender algo de ella.

Ya el disco anterior me regaló la oportunidad de cumplir un sueño, grabar una zamba, que pretendía estrechar el océano que nos separa, con uno de los referentes más importantes de la música cantada en castellano, la gran Mercedes Sosa. Es cierto, que el folclore no será el mismo desde su partida, pero su legado sigue vivo en la garganta de jóvenes muchachas que como ella cantan combatiendo el olvido, con la pasión de los que aman hasta que les duele porque no saben hacerlo de otra forma. Su voz nunca dejará de temblar en la piel de cada bombo legüero, en el llanto del violín que se enreda entre las piernas que los que giran bailando la chacarera, en el sueño prendido a cada canción arrastrada por el viento junto con la polvareda que envuelve al caminante.


En este nuevo disco, “Acuérdate de vivir”, incluiremos una chacarera que compuse no hace mucho: “Se ha enredado en tu cabello”. Es verdad que las chacareras más tradicionales a menudo están conectadas con las vivencias del hombre del campo, de sus lazos con la tierra, cálida a veces como algún reencuentro y dura otras como alguna despedida. A mi me salió una chacarera más urbana, con olor a nicotina y con el ruido del tráfico por la mañana colándose por la ventana entreabierta. Pero quería conservar su raíz, el sabor tradicional que sólo podían aportar los músicos que han crecido bebiendo de las fuentes primigenias del folclore. Aquí tienes la prueba:


http://www.youtube.com/watch?v=sTni7CvoXls

martes, 12 de enero de 2010

Regalo para un primer cumpleaños

A ti, querido recién llegado, que habitas esa patria lejana que es la infancia, te canto. A ti que alumbras con tu mirada incandescente, maravillado, este mundo que hoy es nieve, frío y a veces herida. Quise escribirte una canción, como quien regala las pocas enseñanzas que pudo encontrar con la edad y me doy cuenta de que sólo soy tu aprendiz.

Que el mundo es un lugar prodigioso lo sabes, lo delata el faro de tu mirada estrenando el paisaje que visitas, nuevo para todos por estar tú en él. Que a veces vivir es doler, quizá lo descubras tarde, ojalá muy tarde, pero hoy has venido a recordarnos que no es tan malo crecer.

Es verdad, el planeta que te regalamos no es el que soñamos para ti, pero en esa aventura estamos, tratando de iluminar un futuro diferente, que vendrá a verte cualquiera de estos días, para recordarte que una vez nosotros lo intentamos, porque de eso no dudes, nosotros lo intentamos. Y, créeme, merece la pena hacerlo.

Nosotros, hace tiempo fuimos como tú, y ahora al verte aprender el nombre de todas las cosas, arrancas las telarañas que cubrían las viejas estanterías donde guardábamos juguetes y sueños. Pero tú no serás como nosotros. Serás mejor, serás un gigante habitando una ciudad nueva, encaramada en las copas de los árboles de un bosque más verde que este que nos abriga.

Puede que un día las sombras alarguen sus dedos, te toquen y te sientas solo. Piensa que nosotros, alguna vez, también nos sentimos así, que sobrevivimos al tedio y al abandono gracias a que siempre hay alguien como tú, con quien compartir el vuelo y emborracharse de risa y luz. Y así sabrás que nunca estarás solo, porque aunque no estemos, allí estaremos.

Todos perdimos el tiempo y la razón alguna vez y sí, a veces da la sensación de que estar vivo, es algo así como estar asustado, pero el reto es sostenerle la mirada al miedo y saber sonreír con complacencia mirándolo de reojo cuando aprendemos a torcerle el brazo y lo dejamos atrás. Verás que pocas cosas son irreparables.

Los recuerdos a veces parecen echar sal en las heridas, incluso los buenos recuerdos. Porque indiscretos nos señalan la fugacidad de las cosas y nos hacen caer en la cuenta de que, aunque ahora seamos mejores, somos otros, de que algunas experiencias son como un relámpago que ilumina brevemente la noche, como una ráfaga de viento que trae olor a mar o hierbabuena, leve y lejano, en mitad de Madrid. Momentos luminosos y azules como un cielo de verano que finalmente serán víctimas de la voracidad de los relojes, de la velocidad que imponen estos tiempos.

Pero de repente apareciste tú y entonces el recuerdo dejó de doler. Porque todo cobró sentido. El mundo amanecía en ti y nosotros despertábamos.

No sé qué decirte. Nunca fui bueno para dar consejos. Y aunque la edad lo exige, creo que nunca dejé de ser un crío. No sé. Te iré guardando los tebeos para cuando quieras leerlos. Estoy deseando que vayamos al cine juntos. Que suerte tienes que aún no has leído el Vagabundo de las estrellas ni los poemas de Neruda o César Vallejo. Del amor hablamos otro día que a veces hacemos demasiada literatura al respecto y nos olvidamos de lo importante y además hay cosas que ni se hablan, ni se cantan. Se viven. Y nuestra obligación es acordarnos de hacerlo. Acordarse de vivir, digo. Así que manos a la obra.

Junto con mi padre quise escribirte una canción para enseñarte a vivir. La titulamos Regalo para un primer cumpleaños. Eres un recién llegado y al poco de conocerte ya me di cuenta de tan sólo soy tu aprendiz.

* * *

Este es un fragmento de la letra de la canción que compuse junto con mi padre, Rodolfo Serrano:

Creerás que el tiempo pasa rápido,

que el buen recuerdo puede doler,

pero has venido a recordarnos

que no es tan malo crecer.

Verás que hay días con espinas

y que puede doler vivir,

pero recuerda que cada día

el mundo amanece en ti.

Vendrá el futuro a verte cualquiera de estos días.

Y tendrás en las manos lo que nunca tuvimos:

la esperanza de un mundo con los mares azules,

sin fieros huracanes o desbordados ríos.

No habrá hombres que mueran sin panes ni milagros.

Y en la pared de enfrente leerás que alguien ha escrito

un saludo de paz, un buenos días, un pájaro

con las alas abiertas para volar sin tino.

lunes, 4 de enero de 2010

El espejismo


Como un latido, a veces, la música tiembla en nuestro pecho para recordarnos que estamos vivos, que la realidad termina más allá de donde lo hace el espejismo. El espejismo nos abraza y con su narcótico perfume nos promete el mejor de los futuros. Cándido, ingenuo, hubo quien obsecuente abrazó la fe del pensamiento único y creyó que la Historia había terminado. Cualquier disentimiento se marginaba, tachándolo de locura cuando no se lo criminalizaba, tratándolo como delito. Pero como un latido ancestral, atávico, sonaba un rumor de muchedumbres, de batir de alas: había quien avisaba del desastre, de la necesidad urgente de replantear el modelo económico y de convivencia.

A lo lejos, el resto, divisábamos la catástrofe planetaria televisada, lejana, como parte de un espectáculo útil para el consumo rápido, pues la información también pasó a ser devorada y desechada como cualquier otro artículo de usar y tirar. La vida al otro lado era un como un gran reality televisivo que observábamos maravillados con la correspondiente cuota de piedad y culpa que enseguida endulzaban unos hermosos anuncios publicitarios que nos recordaban nuestra permanente infelicidad.

Los Estados fueron cómplices y con los recursos de todos apuntalaron el espejismo, andamiaron su fachada para que pareciera fuerte, inquebrantable. Se privatizaban los beneficios, pero se socializaban los riesgos y los costes.

Y un día vimos resquebrajarse la fachada del espejismo. Y supimos que la película que nos separaba de la realidad era fina, como el ala de una mariposa. Vimos como se deshacía como la piel quemada por el sol. Y así nos encontramos, desgastados como las alas de mariposa de tanto ser agarradas por las manos del hombre, sin su polvo volador.

Entonces sobrevino la crisis. Es curioso como el fin del mundo sólo comienza cuando éste llega por fin a la puerta de nuestra casa. El Estado salió de nuevo en defensa del sistema y levantó un nuevo armazón con la contribución de todos los ciudadanos para afirmar la muralla que nos separaba de la realidad. Pero algo quedó en evidencia.

La codicia de unos pocos, el descontrol del sistema financiero, la perdida de la mirada a largo plazo, la búsqueda despiadada de la rentabilidad inmediata, el permanente intento de desmantelar lo público, nos habían conducido a un desastre, pronosticado por los locos, y empeñado en resucitar a una Historia cuya muerte, al igual que aquella de Twain, había sido sólo una noticia exagerada. Los liberales pasaron a serlo a tiempo parcial, pidieron ayuda al Estado y eludiendo sus responsabilidades, miraron a otra parte, en su vieja costumbre de señalar como niños al de al lado cuando son sorprendidos en una travesura.

Pero ya nada es lo mismo. A pesar del empeño por mantener intactas las paredes del espejismo ahora sabemos que no estamos a salvo de la debacle. Ya no es herejía, ni delito exigir desde la tribuna un replanteamiento de las reglas del juego y hay quien menciona en las grandes instituciones de poder palabras hasta ayer anatema: tasa Tobin, control de los sistemas financieros, control de los sueldos multimillonarios de grandes ejecutivos, fortalecimiento de la cosa pública.

Con todo y con eso, el espejismo se empeña en mantener su condición de realidad, pero hay quien mira con descaro a través de su velo, consciente de la ilusión que supone entender como inevitables sus tiranías y sus crisis. El rumor aquel, como un latido, nos recuerda que la sociedad civil sigue viva. Como en la fábula, ahora será más difícil hacernos creer que el rey que pasea por las calles no está desnudo. Siempre habrá un niño que señale su desnudez haciéndonos caer en la cuenta que la realidad termina, no donde lo hace el espejismo, si no más bien el sentido común. O mejor aún, donde acaban nuestros sueños. Siempre habrá un niño que señale la impudicia del rey que nos trata de convencer de la maravilla de su vestimenta.

Ahora ese niño es legión.

* * *

Os dejo un pequeño fragmento de la maqueta que hice de la canción El espejismo, sobre la que estará basado el arreglo de la futura canción de “Acuérdate de vivir”.