martes, 17 de mayo de 2011

Democracia real, ya.

La crisis le arrancó la máscara risueña al sistema y reveló su déficit democrático: los gobiernos llevaron a cabo ajustes estructurales cediendo a los chantajes de los mercados. Incapaces de proponer modelos propios, alternativos, acometieron reformas varias en forma de recortes sociales, viejas recetas conocidas que han demostrado ser ineficaces en el desarrollo de las economías y del progreso de los pueblos. Medidas neoliberales que venían siendo exigidas desde mucho tiempo atrás por aquellos mismos que no supieron predecir este desastre y que, de hecho, nos condujeron a él.
Los políticos mintieron. En las primeras reuniones del G-20, tras el estallido de la crisis, los gobernantes de los países más poderosos afirmaron con retórica furibunda de estadistas circunspectos que se acercaba el fin de los paraísos fiscales, que se exigirían responsabilidades a los ejecutivos y banqueros que, llevados por la codicia desmedida, provocaron este desastre, que se propondrían nuevas tasas para las transacciones financieras, que llegaba el fin del secreto bancario. Y de aquello no quedó nada.

Ahora, llenos de interrogantes, hombres y mujeres valientes salen a la calle. Y lanzan al aire mil preguntas…
¿Por qué han de pagar la factura de la crisis los que menos tienen que ver en el origen de la misma? ¿Por qué para salir de la crisis se llevan a cabo reformas laborales que suponen un retroceso en cuanto a los derechos y el bienestar de los trabajadores? ¿Por qué se les rescata a los bancos con dinero del Estado y al ciudadano se le exige que pague meticulosamente, en plazo y con los intereses correspondientes, todas sus deudas? ¿Por qué para contener el déficit de los Estados se plantean siempre recortes de carácter social?¿Por qué no se considera el aumentar sus ingresos con impuestos directos y progresivos, de forma que los que más tienen paguen más? ¿Por qué a la hora de poner en duda la sostenibilidad del sistema de Seguridad Social se proponen (de nuevo) recortes en las pensiones y no se intenta revisar su financiación (a través quizá de otras partidas de los presupuestos generales o simplemente teniendo en cuenta que si las sociedades avanzan, también debieran hacerlo los salarios y por lo tanto las aportaciones a la seguridad social)? ¿Por qué no se apela para salir de la crisis a la responsabilidad de los grandes grupos financieros y empresariales? ¿Por qué flexibilizar el despido, abaratándolo, es la solución cuando despedir a gente no parece un problema viendo como crece el desempleo? ¿Por qué les parece inasumible a los gobiernos que grandes empresas o grandes bancos caigan y les parece perfectamente asumible que la gente pierda derechos sociales y laborales recortando sus salarios y los servicios de un Estado pagado por todos, en definitiva que sean los ciudadan@s l@s que se hundan renunciando a los logros sociales conseguidos con tanto sacrificio y esfuerzo?

Mienten quienes afirman que el Estado del Bienestar es insostenible. Cómo bien dice Stephan Hessel, si en un continente en ruinas, tras una guerra terrible, se pudo construir la Europa del bienestar, ¿cómo es posible que en una Europa más desarrollada, más rica se cuestione su viabilidad? ¿Cómo es posible que algunos califiquen de despilfarro el desarrollo de las sociedades a través del Estado del Bienestar? ¿Invertir en sanidad pública, mejorar las pensiones, apostar por una educación pública, de calidad y gratuita es un despilfarro? Son estos logros los que hacen a las sociedades más igualitarias y justas. Es el Estado, a través de su participación en la economía, el que ha hecho posible que mis padres tuvieran acceso a unos estudios, a una sanidad, a unas pensiones que mis bisabuelos nunca pudieron disfrutar, que mis abuelos apenas llegaron a conocer. Y fue la desarticulación del Estado (o su complicidad con los grandes lobbies empresariales y financieros), la desregularización del sistema financiero, el descontrol absoluto de los mercados lo que ha generado este desastre. Fue esto lo que hizo que imperase la economía especulativa por encima de la productiva.

Por eso la gente sale a la calle. A exigir una democracia real en la que la soberanía resida en verdad en los pueblos, pueblos indignados que exigen ser escuchados, que reclaman el protagonismo que pretenden arrebatarle.

Indignado, desde el otro lado del océano, me sumo a las convocatorias que en estos días tapan las calles de mi Madrid herido y extrañado.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Preparando el viaje

Preparo mi viaje, hago las maletas y te regalo este poema de Kavafis. Cuídate. Hasta pronto.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Marcho al sur

No puedo celebrar la muerte del peor hombre. No creo en la pena de muerte y menos aún en las ejecuciones sin juicio. Me repugnan los disparos en la nuca, los cadáveres en las cuentas. Aún el hombre más abominable del mundo tiene sus derechos. Quizá Michael Moore tiene razón: han ganado los malos, vivimos con miedo, aterrados. Hemos renunciado a derechos fundamentales en favor de nuestra seguridad, hemos renunciado a las garantías judiciales, a la ley internacional en la lucha contra el mal. Contra el mal, todo vale. Quién define al mal y sus fronteras es otro cantar.


Es primavera y llueve. Y el frío me trae al pecho una tos incómoda que me mantiene despierto hasta tarde. Las madrugadas son el territorio de la nostalgia y del recuerdo.

Así que después de un año de gira recuerdo los conciertos dados por mi tierra. La despedida no podía haber sido mejor. El teatro Cervantes en Málaga fue cariñoso y hospitalario. Y, realmente, el último concierto se convirtió en una celebración. Incluso hubo quien se atrevió a subirse a una escalera para limpiar la ventana de nuestro pequeño apartamento para que, en los futuros recitales, entrara luz renovada y azul. Lancé mi sombrero por última vez contra la percha a este lado del océano. Y volví a fallar. No así cuando canté intentando que el vértigo se atenuase para reconocernos en los espejos.

Hago las maletas mientras en Times Square la gente celebra la muerte del peor hombre del mundo. Y comparto la pregunta que se hacía el viejo Guthrie:


In the squares of the city,

in the shadow of the steeple

near the relief office I see my people

and some are grumblin' and some are wonderin'

if this land's still made for you and me.


Qué mundo disparatado.

Este año tampoco tendré verano. Marcho al sur. A dibujar corazones y a escribir nuestros nombres con el vaho de mi aliento en otras ventanas. Sigo soñando entre este escombro de banderas rotas. Sigo cantando, a pesar del miedo.

Te voy a echar de menos. A la vuelta tienes que contarme todo lo que sucedió en nuestra ausencia. Nos sentaremos en torno a la hoguera de los primeros hombres y mujeres y entonaremos las melodías que he de aprender en este viaje. Cantaremos hasta que los relámpagos avisen de una nueva tormenta. Para entonces ya habremos encontrado donde guarecernos.

Hasta entonces, cuídate.