miércoles, 25 de septiembre de 2013

Todo es espera


Todo es espera en tu ausencia
y toda margarita trae pétalos impares.
El tic tac del reloj,
el estruendo del martillo percutor,
el avance de las dunas,
la llamada de embarque en aeropuertos,
todo anuncia este momento,
este encuentro de leones que no olvidan,
de polen besando tu cabello despeinado,
y no hay peajes ni demoras,
no hay cenizas de volcán horadando mis alas.

Una paloma con rama de ceibo
anuncia la proximidad de tu costa
y hay estruendo de gaviotas
escoltando a cada barco que se acerca
al planeta sin baobabs que es esta casa,
esta habitación luminosa
donde duermen la siesta zorros y rosales.

Todo es espera mientras tejo tu bufanda
y la sonda Voyager lleva tu recuerdo
más allá de Palermo, más allá de Vallekas,
ciudades últimas donde el mar ruge,
los corsarios beben y las primaveras muerden
los parques, los bares, las escuelas.

Un grillo aserrucha la noche
y beben el helio de mis sueños
las cartas que aún no te he escrito:
achicoria amarga y mariposas,
las canciones que te debo
y noche estival en tu dormitorio.

Llegarás a mi vida como agua a la arcilla.
Será la pena un insecto encerrado en ámbar
y yo un viejo electrón empujado por tu luz.
Hasta entonces toda margarita
traerá pétalos impares.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

El abajo firmante


El abajo firmante llora bajo la lluvia
-quiere ser un replicante acariciando una paloma-
mira su teléfono y sueña con un aforismo
que ilumine el camino,
su nombre con almohadilla, un pájaro
que trine al cautivo sin ballestero.


El abajo firmante corta una flor
recorta una foto del diario y denuncia los hechos,
suspira mientras fuma, 
tendría que dejarlo, piensa,
pero es tan París con aguacero
esta pose de intelectual con tos y malanoche.

El abajo firmante ordena el escritorio,
y ensaya una postura con megáfono,
sobre un cubo de lata, improvisado
discurso sobre lluvias y apagones,
etcéteras de puños desgastados.


El abajo firmante,
times new roman, cuerpo 12,
sueña con artículos dictados,
diario independiente matinal,
saberse en la vanguardia trae la sed
del viejo tertuliano abandonado,
así que en el vermú nos alecciona
y mira con desprecio a quien sonríe.

El abajo firmante,
como un niño que mira la cometa que se aleja,
asiste a la asamblea de la plaza,
lee puntual la opinión indispensable y oportuna
que estilitas digitales, generosos,
nos regalan con distintos avatares,
unisona la voz y repetida.

El abajo firmante, contigo en la distancia,
más allá de tus labios, se adhiere a la causa,
se indigna, claro está, y tiene miedo,
animal agotado de zoológico, 
busca la ternura entre el escombro.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Futuro era entonces



Arriba, cruzando agujas de cristal,
volaban taxis y autobuses,
era el 2000 soñado de la infancia:
teletransportación y primavera eterna,
picnic con atardecer rojo sobre Marte,
viaje de trabajo a Ganímedes.

El futuro era otra cosa.
Ahora que el mismo rumor de obuses
achata el horizonte y desorilla el recuerdo,
haciendo que todo parezca vivido:
los mismos muertos, la misma hiel.

El futuro, 
esa foto con filtro vintage en el teléfono,
una liebre encandilada sobre el asfalto,
mirarte mientras duermes, apenas un silbido
arañando las paredes, rumor de felicidad,
aire acondicionado que gotea en la acera,
tú y yo, sólo tú y yo, futuro como cielo en la meseta,
el futuro, entonces, fue otra cosa.

Trataba de decirte que el mañana
fue alumbrado por naves espaciales,
3ª fase de un desencuentro interplanetario,
autoestopista galáctico sin prisas y sin respuesta,
en los mares de Calisto sueñan los delfines.

Y resulta que aunque agarras mi mano
y todo lo que miras se croma y se ilumina,
el tiempo deshiela los polos y los gintonics
y congela las lunas de miel y los correos:
posdatas como escarcha arañando el paisaje.

Era la ciencia mitrada la que colorearía
esos días que habrían de venir,
la luz de la razón hecha prodigio, 
computadoras enamoradas,
probetas con bálsamo de Fierabrás.
Pero la lanza de Longinos atraviesa
nuestras costillas al anochecer,
y el miedo dibuja mesías
en las manchas de humedad,
sobre las pizarras y los juramentos.

Pero todo cambiará.
El futuro será otro.
Vendrá vestido de domingo.
Espantará a las moscas que rondan los sueños.
Dará de beber a las Santas Correas,
a los náufragos que perdieron la estrella.
Sacará a los profetas de su podio
y cubrirá de verde los solares 
abandonados de la Historia.
Los estilitas besarán la tierra
y los icebergs se reunirán como rebaño.

Te llevaré entonces a merendar a Marte
en un taxi intergaláctico
-me dice qué le debo-
y el atardecer rojo brillará en tu cabello,
recuerdos de un verano
en Orión, vía Madrid, 
en que te amé.